Mi Credo

Se cayó el mito de que somos diferentes a los animales.
Nos vanagloriabamos de que el uso del lenguaje era lo que nos ponía un escalón por encima del reino animal y nuevas investigaciones nos bajan de la nube.

Ahora que la ciencia ha dejado de ver al lenguaje como un todo y lo ha dividido en habilidades separadas que van desde la gesticulación, balbuceo y así hasta llegar a la sintaxis, nos estamos llevando sorpresas.
Se creía que la gesticulación, que es el punto de partida del lenguaje era exclusivamente patrimonio nuestro, pero últimas investigaciones han recopilado una larga lista de gestos utilizados para comunicarse entre gorilas, chimpancés y gabones.

Es más, el hecho de que podamos interpretar estos gestos de los simios nos muestra claramente que existe una base compartida para la comunicación entre los seres humanos y otros primates. Esas similitudes innatas fueron expuestas por la Universidad York de Toronto que estudió gestos de bebés humanos entre 9 - 15 meses de edad y de simios de distintas edades y se halló que ambos utilizan gestos similares para pedir cosas, extender la mano para pedir alimento o levantar los brazos cuando quieren ser alzados. Igualmente compartimos gestos similares de protesta.
También se ha estudiado la complejidad de sonidos que emiten los bebés delfines y se halló que tienen gran parecido con los balbuceos humanos.
La Universidad de Queensland en Australia sigue etiquetando a los que conocemos como cantos de las ballenas y su significado social.

Y podría seguir.
Se estudia el comportamiento de manadas de elefantes, lobitos, ciertas aves y nos daríamos cuenta que el arte de la comunicación falsamente nos lo auto atribuímos como “exclusivo”.

Cierto es que nosotros lo desarrollamos y lo volvímos complejo, que en los albores de la historia hasta nos dimos el lujo de crear distintas lenguas e idiomas y hasta de plasmarlos en piedra, metales, papel y ahora bytes.
También somos los únicos que lo usamos para engañar, difamar, hacer política sucia. En fin, desvirtuamos un don que nos otorgó solo a nosotros la naturaleza.

Aún así, sigo creyendo en nuestra especie. Si, somos una especie animal pero no cualquiera.
Somos una especie animal que se plantea problemas filosóficos, metafísicos, que ha desarrollado el cálculo infinitesimal, la nanotecnología, que descubrió el genóma humano decodificando el ADN.

Creo en nuestra especie porque se resiste a extinguirse al tener un concepto de lo que es la muerte física y queremos perpetuarnos aquí aún sin saber que habrá detrás de ella.

Creo en la humanidad porque aunque vanidosos primero hemos llegado a Marte y a la Luna, y pronto nos daremos cuenta de nuestras prioridades y encontraremos cura para enfermedades como el cáncer o lesiones medulares.

Creo en nosotros como especie porque a pesar de equivocarnos siempre al escoger líderes luego por lo menos nos arrepentimos y NO nos sentimos representados por ellos.

Creo en el ser humano porque aunque nos matamos en guerras fratricidas, dañamos el medio ambiente y la capa de ozono, somos capaces de conmovernos hasta el llanto al ver una liberación de rehenes, porque habemos millones que aún podemos decir “te amo” mirando a los ojos, sonreír cada mañana al ver sanos a nuestros seres queridos o llorar al levantar una Copa Libertadores (gracias Liga de Quito!).

Creo en mi especie porque aún cuando se habla del spin up/spin down, de los agujeros negros, de la mecánica cuántica, de las múltiples dimensiones universales todavía somos capaces de estremecernos al escuchar una 9na sinfonía de Beethoven, leer el Quijote, Romeo y Julieta, llorar entendiendo el Guernica o extasiarnos con Benedetti, esbozar una sonrisa escuchando a Joaquín Sabina aunque se nos arrugue el corazón. Porque aunque muchos nos jactamos de ateos, secretamente esperamos que luego de esta vida quizá haya otra mejor.

Creo que hoy amanecí muy optimista.