A.N.I.M.A.L

No sé si será algo habitual en todos los niños, pero yo pasé toda mi niñez deseando tener un monito como mascota. Para mí era algo mucho más interesante que tener un perro o un gato, porque a mis ojos de niña era lo más parecido a un bebé con el cual yo sentía que podría interactuar. Claro, crecí viendo la famosa serie “B.J.” que trasmitían a principios de los 80´s y seguramente eso me ha marcado de aquellos tiempos. ¿La recuerdan?

Hace un tiempo atrás, leía a cerca de un experimento que se realizó en la Universidad de Boston y se trataba de lo siguiente:

“Un chimpancé fue encerrado en una jaula y aprendió que cada vez que tiraba de una cuerda obtenía un alimento. Pronto descubrió que cada vez que obtenía su premio se producía una corriente eléctrica y lastimaba a otro animal de su misma especie que se encontraba en la jaula de al lado. Cuando el chimpancé entendió que su placer originaba dolor y angustia en el otro, comenzó a postergar al máximo la obtención del alimento hasta desfallecer de hambre.
Con algunos de estos primates fue necesario suspender el experimento, porque preferían morir de hambre antes que causar dolor a otros seres a los que ni siquiera conocían…”

Aproximadamente un 99% del ADN de los chimpancés es idéntico al de los humanos, que bueno sería que entre esas similitudes se encuentre la de pensar en el bien del otro antes que en el propio.
Cuando vemos en las noticias que un padre agrede o mata a su hijo lo calificamos de animal, pero qué equivocados estamos, si es de ellos, de los animales de quienes debemos aprender, de su bondad infinita y su absoluta falta de egoísmo, que defienden a sus crías poniendo en juego su propia vida y si matan, lo hacen por instinto, sin embargo el hombre lo hace a sabiendas.
La conducta humana por momentos deja mucho que desear. No tengo dudas que los chimpancés, en este experimento nos dieron cátedra de ética.

Información tomada del website de Ramiro Diez.