Siempre fue muy conocida y comentada la calentura y cachondez de los Bonaparte, no sólo de los varones, ya que aún antes de que el corso se tomara el poder, se escuchaba de los caprichos carnales de su hermana preferida, la bella y ardiente Pauline Bonaparte. Bueno, nos saltamos tres generaciones y llegamos a 1882 cuando nace la princesa Marie Bonaparte, sobrina nieta del mismísimo Napoleón (bisnieta de Luciano), pero que heredó sin duda todos sus genes.
Como toda princesa, tuvo una vida de cuento. Su madre murió de una embolia apenas un mes después de haberla traído al mundo, y desde esa edad, su padre la envió a vivir a St. Cloud, en las afueras de París, donde por muchos años, los únicos compañeros de juegos fueron su nodriza y posteriormente, su institutriz. Muy rara vez podía ver a su padre, al que por supuesto adoraba, pero los múltiples compromisos sociales no le dejaban tiempo para disfrutar de su hija.
Al cumplir 25 años, su padre arregló su matrimonio con el príncipe Jorge de Grecia y Dinamarca, el segundo hijo del rey Jorge I de los Helenos. Este Príncipe Jorge tenía 13 años más que su novia, y según las crónicas era increíblemente alto y guapo. Marie cayó locamente enamorada de él, a pesar de que desde el inicio sintió que no tenían nada en común. Se casaron en 1907 pero recién ahí la pobre princesa Marie se enteró que las mujeres y el sexo conyugal, le eran completamente indiferentes al príncipe. De hecho, su marido más bien vivía pendiente de las cartas de su "amado tío" y esperando su llegada.
Con su esposo, Jorge de Grecia y Dinamarca
Luego de aceptar el hecho de que su marido era un maricón completo, no le quedó otra alternativa que hacer un buen uso del recurso humano circundante para apaciguar sus calenturas. Es así que se echó al hombro una larga serie de amantes como el ayudante de cámara de su marido o el mismísimo Primer Ministro de Francia.
A pesar de todos sus amantes, lo que realmente le preocupaba era su imposibilidad de alcanzar el orgasmo (la volupté, como le dicen los franceses) durante el coito. Esto era un problema serio porque en esa época la masturbación clitoral estaba muy mal vista. Empezó pues a estudiar anatomía, fisiología y psicología con un entusiasmo notable, y trató de confirmar una de sus teorías entrevistando a 243 mujeres sobre su vida sexual, la calidad de sus orgasmos y la distribución anatómica de sus genitales. En 1924 Marie publicó sus sorprendentes resultados en la revista científica Bruxelles-Médical, pero no con su nombre sino adoptando el pseudónimo A.E.Narjani.
Marie Bonaparte clasificó a las mujeres en tres grupos según la distancia entre el clítoris y la vagina. Quienes tenían una distancia menor a 2.5 cm (una pulgada), que de paso eran el grupo más numeroso (69% de la muestra), eran las que más a menudo disfrutaban de orgasmos durante el coito. Las que tenían el clítoris a más de 2.5 cm de la vagina, representaban un 21% de la muestra y tenían serias dificultades para alcanzar el clímax. Un 10% de mujeres se movían en el terreno intermedio, a lo que Marie llamaba “el umbral de la frigidez”.
Lastimosamente Marie Bonaparte pertenecía al 21% de mujeres con el clítoris cruelmente distante, y achacó a esta configuración anatómica sus dificultades orgásmicas. Es aquí donde entra en escena un delirante científico vago, el cirujano vienés Josef Halban, que convence a Marie de que la solución a sus problemas consiste en mover quirúrgicamente su clítoris para acercarlo a la vagina, cortando y pegando ligamentos y tendones en una operación que calificó de “simple”. Lo que ignoraba este carnicero es que la mayor parte de las terminales nerviosas del clítoris están escondidas bajo la superficie de la piel.
Luego del post operatorio que, dicho sea de paso, debió ser bastante incómodo, la Princesa Marie estaba lista para estrenar sus flamantes orgasmos y probó con algunos de sus amantes la nueva posición de su clítoris… pero nada. Ella seguía tan frígida como antes y nunca pudo alcanzar su tan ansiada volupté durante el coito. Una segunda operación para reubicar de nuevo el pequeño apéndice tampoco obtuvo los resultados deseados. De hecho, casi lo insensibilizó.
Por supuesto, había una solución mucho más sencilla que recurrir al bisturí: simplemente cambiar de postura. Si una mujer con el clítoris un poquito alejado de la vagina quiere maximizar las posibilidades de tener un orgasmo coital, la postura ideal es con ambos sentados cara a cara, posición que fuerza el contacto entre el pene y el clítoris durante la penetración. En esa época la princesa no lo sabía.
Desafortunadamente quien entra ahora en escena es ni más ni menos que Sigmund Freud, cuya posición hacia el clítoris oscilaba entre la ignorancia y una cierta condescendencia paternal. Freud generó la idea de que el orgasmo clitoriano era una manifestación infantil, un juego de las niñas; mientras que el orgasmo vaginal era una manifestación madura y adulta. No se cansaba de repetir la antipática frase: “cuando una mujer llega a la edad adulta y entra en la madurez sexual, el clítoris debe ceder su sensibilidad e importancia, parcial o completamente, a la vagina”.
Sigmund Freud
Parece ser que Freud convenció a Marie Bonaparte, quien en poco tiempo se convirtió en su discípula y patrocinadora, y más tarde en psicoanalista por derecho propio.
Las teorías de Freud sobre la preponderancia de la vagina sobre el clítoris llevaron a Marie a estudiar mujeres cuyo clítoris había sido extirpado, fuera por motivos médicos o por ablación ritual como en algunos países de África. En teoría debería haberlas encontrado más 'vaginalizadas' al haber sido eliminado ese elemento de distracción, pero lo que vio es que muchas se masturbaban clitoralmente, aunque con dificultad, sobre las cicatrices (recordemos, la mayor parte del clítoris es 'subterránea').
De todas formas Freud se convirtió en su amigo, confesor y consejero, y logró frenarla cuando iba a someterse, desesperada, por tercera vez al quirófano para reubicarse el clítoris. Pero él también confió en ella, la autorizó para que lo representara (y lo tradujera) en Francia, y se puso en sus manos para que lo sacara de Austria cuando Hitler quería gobernar el mundo.
Fue la traductora oficial del trabajo de Freud e introdujo el Psicoanálisis en Francia
La generosa Princesa también utilizó su dinero para ayudar a crear una escuela de formación de psicoanalistas en París. Su fortuna contribuyó a la popularidad del psicoanálisis en Francia, lo que la convirtió en una figura central en la Sociedad Psicoanalítica Francesa.
Como terapeuta también rompía esquemas: cuando partía –huyendo del frío- a su casa de Saint Tropez, recibía allí a sus pacientes, les daba alojamiento y los mandaba de vuelta a París con su chofer. En Mónaco los atendía en el jardín, bajo un castaño: una chaise longue para el paciente, y ella detrás en un sillón de mimbre, tejiendo crochet.
Durante la Segunda Guerra Mundial salvó a más de doscientas personas antes de irse ella misma a Egipto. En su vejez confesó que el psicoanálisis le había procurado resignación, paz mental y la posibilidad de trabajar, pero que su vida estaba marcada por el fracaso y la añoranza de la tan esquiva volupté.
Lo más alucinante es que Marie no estaba equivocada. Aquel excéntrico trabajo de campo con 243 mujeres resultó asombrosamente preciso: los cirujanos plásticos de la actualidad que se especializan en reconstrucción vaginal fijan en exactamente dos centímetros y medio “la distancia armoniosa que debe haber entre el clítoris y la vagina”.
Princesa Marie Bonaparte
Hay una anécdota bastante curiosa de la Princesa Marie Bonaparte que habla muy bien de su buen carácter y desenfado. En 1953, cuando ella y su esposo, el Príncipe Jorge de Grecia asistieron a la coronación de la reina Isabel II de Inglaterra, Marie, para no aburrirse y matar el tiempo, se puso a charlar y psicoanalizar al caballero que estaba sentado junto a ella. El caballero, anónimo en ese entonces, resultó ser Francois Mitterand, el futuro presidente de Francia.
Marie Bonaparte murió de leucemia en 1962 a la edad de 80 años. Está enterrado junto a su esposo en el cementerio real de Tatoi en Grecia.
Fuentes y referencias:
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8 comentarios:
Muy buen artículo. Me gustó mucho :)
Has tardado en llegar, pero es hermoso y lleno de información. Todo lo relacionado con la volupté lo es.
Hay una frase que me hizo sonreír. Sigmund Freud hizo mucho daño a las mujeres con la tontería de decir que el orgasmo vaginal es maduro y adulto, pero ha sido esto: Parece ser que Freud convenció a Marie Bonaparte, quien en poco tiempo se convirtió en su discípula y patrocinadora.
Con lo bien que le hubiera venido que le ehara una mano en otra parte.
Maravilloso.
Un besazo!
interesante relato nos cuentas, que bueno que estés de regreso...
saludos!
Excelente como siempre, muy completo y ameno, invitas a leer en cada publicación.
Un abrazo
Con que "maricón completo".
Qué historia nos traes! Curiosísima. Ay qué ver la de vueltas que le dió para poder conseguir la "volupté". Ya no quiero ser princesa jajjaj
Besitos Carlos
Hola amigo felicitaciones por tu sitio, quisiera saber si te interesa hacer un intercambio de enlaces con alguno de mis sitios;
http://www.ecuadorenventa.net/
http://ecuadorecuatoriano.blogspot.com/
Curioso plantear teorías del clítoris sin tener uno :p
Felices Fiestas.
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