Corría el año de 1930 y el alemán Max Schmeling se convertía en el primer europeo en ganar el título mundial de los pesos pesados, algo que lo convirtió en toda una celebridad en su país, y como no podía ser de otra manera, fue lo que terminó por cambiarle la vida.
Max provenía de una humilde familia de Brandemburgo y saltó súbitamente a la fama a raíz de su victoria sobre el campeón norteamericano Jack Sharkey, a quien venció en una memorable noche de boxeo en Nueva York, llevándose el título para su país.
A su regreso a Alemania fue recibido como un ídolo y ovacionado por multitudes. La fama y la suerte le sonreían a este joven, ya que al margen de su carrera deportiva, cuando empezó a ganar mucho dinero se arriesgó a invertir en plantaciones de tabaco. Para completar el feliz panorama, al poco tiempo se casó con Anny Ondra, una de las actrices más famosas de la Alemania de aquella época.
A su regreso a Alemania fue recibido como un ídolo y ovacionado por multitudes. La fama y la suerte le sonreían a este joven, ya que al margen de su carrera deportiva, cuando empezó a ganar mucho dinero se arriesgó a invertir en plantaciones de tabaco. Para completar el feliz panorama, al poco tiempo se casó con Anny Ondra, una de las actrices más famosas de la Alemania de aquella época.
Max defendió el título en varias peleas durante dos años y lo llegó a perder por puntos en Long Island ante el mismo Jack Sharkey, a quien se lo había despojado en Nueva York. De todas formas siguió compitiendo y entrenando duro para volver a recuperarlo.
Por aquellos años también empezaba a despuntar un joven boxeador de color en los Estados Unidos, que ya los 22 años había recibido el sobrenombre de El bombardero de Detroit. Se trataba del gran Joe Louis, quien más tarde se convertiría en leyenda del boxeo mundial. La carrera de Joe Louis fue meteórica y en poco tiempo llegó a ser campeón mundial de los pesos pesados, un ídolo de masas norteamericano, el ícono del pueblo, especialmente porque mucha gente se identificaba con los orígenes del nuevo campeón negro (los púgiles de color no habían tenido oportunidad de disputar el título desde la última vez en que fuera campeón Jack Johnson en 1915). Max Schmeling decidió probar suerte retándolo.
Por aquellos años también empezaba a despuntar un joven boxeador de color en los Estados Unidos, que ya los 22 años había recibido el sobrenombre de El bombardero de Detroit. Se trataba del gran Joe Louis, quien más tarde se convertiría en leyenda del boxeo mundial. La carrera de Joe Louis fue meteórica y en poco tiempo llegó a ser campeón mundial de los pesos pesados, un ídolo de masas norteamericano, el ícono del pueblo, especialmente porque mucha gente se identificaba con los orígenes del nuevo campeón negro (los púgiles de color no habían tenido oportunidad de disputar el título desde la última vez en que fuera campeón Jack Johnson en 1915). Max Schmeling decidió probar suerte retándolo.
Para esto ya se habían instalado los nazis en el poder y Adolfo Hitler lo adoptó como "el modelo del hombre ario que debía representar al nazismo".
La pelea se pactó para el 19 de junio de 1936 en el estadio de los Yankees y fueron 12 intensos asaltos donde ambos púgiles entregaron lo mejor de sí. Joe Louis dominaba el cuadrilátero mientras el alemán Schmeling resistía estoicamente y respondía de la misma manera. De todas formas, parecía que el combate se decidiría por puntos a favor del americano, cuando en el momento menos pensado, en el último asalto, el alemán sacó un furibundo golpe de derecha directo al hígado de Joe Louis, quien cayó a la lona ante la incredulidad y la mirada atónita de su público que se resistía a creer que su gran ídolo era derrotado por aquel mismo alemán que les había despojado del título seis años antes.
La pelea se pactó para el 19 de junio de 1936 en el estadio de los Yankees y fueron 12 intensos asaltos donde ambos púgiles entregaron lo mejor de sí. Joe Louis dominaba el cuadrilátero mientras el alemán Schmeling resistía estoicamente y respondía de la misma manera. De todas formas, parecía que el combate se decidiría por puntos a favor del americano, cuando en el momento menos pensado, en el último asalto, el alemán sacó un furibundo golpe de derecha directo al hígado de Joe Louis, quien cayó a la lona ante la incredulidad y la mirada atónita de su público que se resistía a creer que su gran ídolo era derrotado por aquel mismo alemán que les había despojado del título seis años antes.
Enseguida Hitler se adueñó de la victoria de Max Schmeling. Con su aplastante maquinaria propagandística proclamó que "la fuerza de este boxeador alemán demostraba la superioridad de la raza aria". Fue elevado a la categoría de “Héroe de la raza superior”.
La prensa mundial no tardó en hacerse eco de la excesiva idolatría que le prodigaba el tercer Reich a su joven boxeador y pronto empezó a llamarle “Perro de los nazis” o “La mascota de Hitler”, algo que obviamente molestaba al deportista sobremanera. Lo que el mundo no sabía es que no podían estar más equivocados, ya que Max Schmeling no compartía para nada aquel enfermo sentimiento nacionalsocialista nazi, de hecho, su entrenador era un judío al que Max se negó a despedir cuando empezaron las persecuciones. Es más, se convirtió en su protector ya que con su estatus de deportista de élite –y mimado del régimen- se podía permitir ciertos privilegios.
Mientras Hitler gritaba al mundo: "¡¿Podéis mostrarme algo mejor que Schmeling?!", el boxeador ayudaba a esconder judíos en su casa y después de un tiempo salvó a algunos de los campos de concentración. Incluso pidió al Fürher que protegiese a los americanos en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.
El púgil alemán siempre trató de alejarse de aquella imagen que quería mostrar el régimen, y lo hizo con hechos concretos. En la famosa noche de los cristales rotos escondió en su casa a dos amigos judíos, los hermanos Lewin, hasta que pudo sacarlos a escondidas de su país con rumbo a los Estados Unidos. Aún así, para la prensa deportiva internacional Max Schmeling era un símbolo de la Alemania nazi y lo retrataba de esa forma. En su mejor momento llegó a ser el deportista más despreciado del mundo.
El púgil alemán siempre trató de alejarse de aquella imagen que quería mostrar el régimen, y lo hizo con hechos concretos. En la famosa noche de los cristales rotos escondió en su casa a dos amigos judíos, los hermanos Lewin, hasta que pudo sacarlos a escondidas de su país con rumbo a los Estados Unidos. Aún así, para la prensa deportiva internacional Max Schmeling era un símbolo de la Alemania nazi y lo retrataba de esa forma. En su mejor momento llegó a ser el deportista más despreciado del mundo.
Para 1938 Hitler ya había anexado a Austria y pensaba en una invasión a Polonia, cuando se produjo la esperada revancha entre Joe Louis y el alemán. Este fue el combate de box más mediático y políticamente manipulado de la historia, ya que mientras en Estados Unidos se lo anunciaba como “el combate entre el bien y el mal”, para los alemanes se trataba del enfrentamiento entre una raza superior y otra inferior.
La expectativa llegó a ser tan grande que, hasta el propio presidente Roosevelt envió un conmovedor telegrama a Joe Louis en el que le decía:
“Ahora más que nunca América necesita de sus músculos para enfrentar y vencer a la Alemania nazi. Recuerde usted que cuando una causa es justa, los americanos nunca pierden.”
La "Batalla del siglo" como fue denominada por la prensa, fue pactada a 12 rounds y se llevó a cabo el 22 de junio de 1938 en el Estadio de los Yankees. Aquella noche el ambiente no podía estar más caldeado. Más de 70.000 ansiosos norteamericanos esperaban la hora del combate para que su boxeador de ébano recuperase la corona y el honor perdido de hace tres años.
Joe Louis fue una tromba desde el primer asalto y se dedicó a perseguir a golpes al asustado alemán, que se notaba, había sido intimidado por el ambiente adverso. Los jabs y derechazos del “Bombardero de Detroit” pronto surtieron efecto y en una rápida combinación de golpes, el alemán no tuvo más remedio que refugiarse en las cuerdas sin aire. Cuando volvió al centro del ring recibió otra andanada de golpes sobre el rostro y el abdomen. El árbitro intentó parar la pelea dos veces, pero la velocidad del afroamericano pudo más. Cuando el alemán cayó a la lona, no pudo volver a levantarse. El castigo había sido tan intensoque tenía dos costillas rotas en apenas dos minutos de combate.
Tan importante fue este triunfo para los norteamericanos, que mientras Joe Louis volvía a ceñirse el cinturón de campeón, el país estallaba en festejos porque "la democracia americana había vencido al fascismo nazi". En el Harlem 500.000 negros salieron a las calles y se saludaban unos a otros simulando el saludo de los nazis y gritando "Heil Louis!". Se calcula que el 67% de estadounidenses que tenían radio siguieron las incidencias del combate.
En el otro lado de la medalla se encontraba Max, a quien este lamentable traspié deportivo le marcó su futuro porque ahora lo despreciaban hasta en su propio país. Fue blanco de escarnio y burlas cuando regresó a Alemania y Hitler le quitó todo el apoyo. De hecho enseguida lo obligaron a enrolarse sin privilegios en el ejército y lo enviaron a combatir como un soldado más en Crimea.
En el otro lado de la medalla se encontraba Max, a quien este lamentable traspié deportivo le marcó su futuro porque ahora lo despreciaban hasta en su propio país. Fue blanco de escarnio y burlas cuando regresó a Alemania y Hitler le quitó todo el apoyo. De hecho enseguida lo obligaron a enrolarse sin privilegios en el ejército y lo enviaron a combatir como un soldado más en Crimea.
Max fue reclutado en el cuerpo de paracaidistas y durante un salto se destrozó las rodillas, lo que le impidió volver a participar en la alta competencia, en consecuencia su situación económica empeoró.
Aún viviendo toda esta mala racha, Max Schmeling se sentía mucho más cómodo y a gusto como un anónimo ciudadano alemán. Prefería vivir así, que formando parte de la maquinaria publicitaria de Hitler y representando al nazismo.
Aún viviendo toda esta mala racha, Max Schmeling se sentía mucho más cómodo y a gusto como un anónimo ciudadano alemán. Prefería vivir así, que formando parte de la maquinaria publicitaria de Hitler y representando al nazismo.
De todas formas el boxeador alemán había hecho muchas amistades durante su carrera como deportista, a quienes se había mostrado como el tipo sincero y alejado de la política que era, y esa fue su tabla de salvación. Gracias a algunos buenos contactos que mantenía en los Estados Unidos, logró adjudicarse la licencia de la Coca-Cola para Alemania, lo que en poco tiempo le ayudó a arreglar su situación económica nuevamente y vivir sin apremios durante el resto de su vida.
Y la vida también le permitió devolver el favor, ya que estuvo presto para ayudar económicamente a Joe Louis años más tarde, con quien había llegado a forjar una entrañable amistad poco después de que fueran rivales. Es más, Max Schmeling fue uno de los pocos amigos que ayudó a pagar el entierro del mítico boxeador afroamericano cuando éste murió sólo y en la pobreza en 1981.
Max siempre vivió agradecido de aquella derrota de 1938, la que le permitió caer en desgracia y alejarse para siempre del sobrenombre que más odiaba: “La mascota de Hitler”.
En 1987 la prensa especializada lo eligió como el deportista alemán más importante de todos los tiempos. Murió a la edad de 99 años en Hamburgo, el 2 de febrero del 2005.
En 1987 la prensa especializada lo eligió como el deportista alemán más importante de todos los tiempos. Murió a la edad de 99 años en Hamburgo, el 2 de febrero del 2005.
Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6
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9 comentarios:
Como nos manipulan los políticos y la prensa.
Es asqueroso.
Me alegro que al final le fuera todo bien.
Saludos.
La mascota de Hitler, que sobrenombre mas horroroso :(
Besitos Carlos muuuuuacks!!!!
Cuanto valor tuvo este hombre para soportar a pesar de todo al malèfico de HITLER!!!!
P.D.:Fue una especie de OSKAR SCHINDLER al final??
Actos heroicos como estos hacen GRANDES a los hombres...
BESITOS DE FIN DE SEMANA CALUROSO ♣
Si bien la propaganda nazi era abrumadora, Max supo demostrar con hechos el "buen ser humano" que era.
Interesante artículo, bien redactado, al grano y emotivo. Una buena biografía.
¡Qué historia más triste! al menos la primera parte, cuando era un muñeco en manos de Hitler... la verdad es que aunque acabó derrotado, fue un cambio muy positivo para el...
Besicos
Que casualidad, anoche en History Channel estaban dando otro capítulo de La Historia de los EEUU, y vi ese parte de los boxeadores, ya que se está pasando como entro los EEUU a la Segunda Guerra Mundial, y esa pela y ese boxeador alemán, jugo una parte importante en la vida política internacional tanto de los nazis como el negro que lo venció en la segunda pelea de revancha. Fue vencido en el primer round.
Saludos
La ironía de la vida es que el "íntimo mensaje de Roosevelt" al final no queda sino como un simple chantaje al pobre boxeador negro y pobre: "en tus músculos descansa todo el orgullo americano"... y cuando no lo necesitaron más, murió en la pobreza.
No así con Max, que si bien también quisieron aprovecharse de él, al final demostró que era algo más que boxeador, era un hombre de tomar riesgos y lograr triunfos.
Qué triste por Joe Louis y por los Americanos y su idea de que "son el bien". Qué bueno por Max y su sencillez y calidez humanas.
Gracias Carlos!
G.
Menudo título más engañoso. Yo que esperaba que ese título fuera algo relacionado con una supuesta mascota sexual de Hitler (el título y una foto de un chico joven en paños menores) y la cosa va del gran /Max_Schmeling todo un deportista y caballero. Por si a alguien le interesa el bueno del Uwe Boll ha rodado su biopic. Me alegro que le hayan ido las cosas bien sobre todo a un hombre que fue por el mundo cultivando amistades en vez de putear a la gente.
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