miércoles, septiembre 15, 2010

Los tres hermanos que huyeron de Alemania Oriental


Esta es la historia de tres hermanos alemanes que nacieron en Berlín del Este, cercados por el tristemente célebre Muro de la vergüenza, y que lograron escapar del régimen comunista burlando todas sus seguridades. Fueron tres fugas diferentes, puesto que lo hicieron individualmente, pero cada una fue más espectacular que la anterior. Aquí un breve resumen.

Los tres hermanos Bethke eran hijos de una pareja de altos funcionarios de la Alemania Oiental, que crecieron bajo las enseñanzas y principios de sus padres que pertenecían al Partido Comunista, pero se sentían prisioneros del régimen, tanto, que soñaban con escapar algún día hacia la libertad y poder conocer el mundo.

Ingo, Holger y Egbert junto a sus padres

El mayor se llamaba Ingo y había hecho su servicio militar en un destacamento de la frontera a lo largo del Río Elba al norte de Berlín. Llegó a conocer bastante bien la zona y se dio cuenta que había ciertos lugares que no contaban con el resguardo necesario y por los que había una posibilidad remota de escapar. La noche del 22 de mayo de 1975 se dirigió a un punto alejado de su ex destacamento y cortó los alambres de púas. Luego atravesó un campo minado utilizando un largo palo para detectar por dónde podía pisar sin peligro, y por último infló un colchón de aire en las orillas del río Elba para cruzarlo nadando sigilosamente para no ser visto por las lanchas patrulleras. Había logrado llegar a la Alemania Occidental.

La fuga de Ingo trajo repercusiones para la familia y sus padres perdieron el empleo. Su hermano menor, Holger, era vigilado constantemente por el régimen porque sospechaban que también podía fugarse, y de hecho lo hizo.

Holger logró escapar ocho años después, el 31 de marzo de 1983, utilizando un cable de acero y poleas de madera. El plan de Holger fue mucho más elaborado y complicado, ya que con un amigo ingresó a un edificio cercano a la frontera, haciéndose pasar por electricistas. Llevaba cientos de metros de cable de acero. Subió al ático de la vivienda en el quinto piso y esperó 13 horas para dar inicio a su plan en la madrugada. Durante este tiempo lloró en silencio recordando a su hermano menor Egbert que era muy pequeño e inexperto para acompañarlo y que era el único que sabía de su plan.


Amarró el cable en la chimenea del edificio, luego disparó una flecha sujeta al cable hacia el otro lado de la ciudad, sobre el muro, donde previamente le esperaba su hermano. Y si, es verdad que suena como argumento de película de Hollywood, pero en la realidad no fue tan fácil para Holger, ya que recién al tercer intento pudo atinar al sitio exacto donde debía llegar la flecha. En este punto cabe destacar que había estado entrenándose con el arco y flecha durante cinco años en un campo cercano a Berlín oriental. De hecho las últimas dos semanas había estado ensayando en un parque, deslizándose desde un cable de acero enlazado a su coche desde un árbol. Cuando le preguntaron que hacía, él respondía que estaba practicando rutinas para un circo.


Después de dos fracasos, Holger logró disparar la tercera flecha correctamente hasta donde se encontraba su hermano Ingo, en una casa en el distrito de Neukoelln, en Berlín occidental. Tardó casi una hora para encontrar la flecha que se había quedado atrapada en un arbusto. Cuando le encontró, Ingo aseguró el cable al parachoques de su auto y dio marcha atrás hasta tensarlo. El cable extendido en su totalidad alcanzaba unos 200 m de infarto, ya que cruzaba justamente sobre aquella parte de la frontera conocida como “la franja de la muerte”, que además era muy iluminada porque cada diez metros había potentes reflectores para iluminar la llamada “zona de exclusión”.


Mientras Holger cruzaba con el cable alrededor de su pecho y sujetándose a la polea, rezaba para que a ningún guardia fronterizo se le ocurra levantar la mirada, ya que seguro le dispararían sin hacer preguntas.


Después de varios segundos de angustia y tensión, por fin logró llegar al otro extremo donde su hermano lo recibió con un abrazo. Ya estaban los dos hermanos reunidos, ahora solo faltaba el menor.

Holger (izq.) disfrutando de la libertad junto a su hermano Ingo

Ingo y Holger se fueron a vivir a la ciudad de Colonia, donde abrieron un pequeño bar en el que les iba muy bien, pero no todo era perfecto, ya que sólo vivían pensando en cómo sacar a su hermano Egbert de la Cortina de Hierro.

Para 1984, Egbert ya había rechazado una oferta de las autoridades de Alemania del Este para salir legalmente del país, y lo hizo sólo porque su novia le había amenazado con suicidarse si él se marchaba. Pero con el tiempo se dio cuenta que quería ser libre, añoraba reunirse con sus hermanos, y al igual que ellos, su fuga tenía que ser algo espectacular.

Los dos hermanos que escaparon, decidieron tomar clases de vuelo en unos aviones ultraligeros soviéticos, era algo que se se había convertido en un hobby en Alemania Occidental. Cuando estuvieron seguros de que podían pilotearlos sin problemas, vendieron el bar y compraron dos de esas pequeñas aeronaves.
Estos artefactos carecían de protección para los tripulantes: eran sólo una ligera estructura de aluminio con dos asientos juntos, unas ruedas diminutas y el motor. Se podían desarmar y transportar en un remolque.

En mayo de 1989, luego de cuatro años de preparativos, Ingo y Holger fueron hasta Berlín Occidental y desde allí le hicieron llegar un mensaje en clave a Egbert. Era la señal para que estuviera listo.

El primer intento de rescate fue el 11 de mayo de 1989, pero fracasó debido al mal tiempo. Dos semanas después lo intentaron nuevamente, y para confundir a los guardias fronterizos, pintaron estrellas soviéticas en las alas de sus aviones. También se vistieron con uniformes militares y usaron cascos con micrófonos para comunicarse entre sí.



Encendieron sus aviones a las 4 a.m. del 26 de mayo de 1989, mientras tanto, su hermano Egbert los esperaba escondido entre los arbustos en el Parque Treptower en Berlín Oriental, preocupado porque el motor de las avionetas pudiera alertar a los vecinos, y que éstos llamen a los soldados. En eso, vio que su hermano Ingo aterrizaba con su avioneta y corrió hacia él, saltó dentro del avión y despegaron nuevamente. Ingo volvía a ver a su hermano Egbert luego de 14 años.
Holger se había quedado en el aire sobrevolando en círculos y pendiente de cualquier emergencia. Ambos aviones tomaron rumbo hacia el norte y cinco minutos después, ya podían divisar la silueta del Edificio del Reichstag en el lado oeste de la ciudad.

Imágenes de filmación real lograda con una cámara que adaptaron a una de las aeronaves


Cruzando sobre el Muro de Berlin

Aterrizaron en el extenso prado que había justamente al frente del Parlamento alemán. Habían sobrevolado de ida y vuelta el Muro de Berlín, a 150 m de altura y nadie se había dado cuenta.
Aquí pueden ver algo de lo que publicó la prensa alemana algunos días después.

Seis meses después del escape en las avionetas, el 9 de noviembre de 1989 caía el Muro de Berlín, se derrumbaba aquel símbolo de autoritarismo que separó a familias enteras, en el que murieron padres, hijos y hermanos, tratando de cruzar hacia la libertad. Oficialmente se estima que 133 personas murieron intentando cruzarlo, aunque es un secreto a voces de que fueron más, muchos más.

Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6

Algunas de las imágenes que este post son fotogramas del documental Das dreiste Flucht, de la cadena DW. Pueden verlo en estos enlaces, lastimosamente sólo están en alemán.

11 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Que valientes fueron.
Mi aplauso para los tres.

Saludos.

GABU dijo...

Que historia màs apasionante amigo mìo!!!!!!

P.D.:Continùo pasmada de asombro ante la valentìa de estos hombres en pos de la libertad...

MIS BESITOS TROPICALES ♣

Belén dijo...

Madre mía, pues si que murieron gente intentando cruzar esa tontería de muro...

Si es que somos los humanos...:)

Besicos

Cecy dijo...

He disfrutado esta historia, por el ingenio, la audacia y esas ansias de libertad.
Los tres mas que valientes.
Me encantó.

Besitos Carlos.

Gabiprog dijo...

La verdadera libertad sigue siendo el aliento para la valentia. Una razón de vida en si misma.

Un chico de Lima dijo...

pues qué historia tan interesante, llena de motivación para todas las personas que quieren alcanzar sus sueños!

Anónimo dijo...

Y lo peor es que en Venezuela el gobierno quiere reeditar su versión criolla de ese muro vergonzoso ¡Cómo todo los muros!

Anónimo dijo...

Las ansias de libertad consiguen verdaderas proezas de los seres humanos. Una prueba más de que nacimos para ser libres.
Admirable lo de estos tres hombres, lo arriesgaron todo, pero finalmente consiguieron lo que buscaban, como premio a la persistencia.
Saludos.

Muchas Gracias Total

Anónimo dijo...

Estas historias en verdad motivan y alientan a apreciar nuestra libertad!

Feliz cumple Carlos!

Javier Tissera dijo...

¿¿y cuántos miles habrán muerto, y estarán muriendo hoy en el Muro Aberrante que separa eeuu de méxico??

Javier Tissera dijo...

¿y cuantos cientos de miles mueren y habrán muerto en el aberrante muro en la frontera de eeuu??

 
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