Eran las 7:15 am del 9 de julio de 1982. Michael Fagan de 31 años había pasado bebiendo whisky toda la noche anterior y luego se había dedicado a deambular por las oscuras calles de Londres. Hace poco le habían dado de alta de un hospital psiquiátrico en Brixton, a donde había sido enviado luego de cortarse las venas con una botella rota.
Mientras caminaba la neblina se hacía más espesa y oscura, tan sombría como su ánimo. Sólo podía pensar en su mala suerte y en las deudas que tenía. Aparte de estar en la ruina, su mujer le era infiel y tenía muchos problemas con sus hijos. Entonces extrañamente la cabeza se le llenó de voces que le decían que tenía que ir a ver a la Reina y contarle sus penurias, que ella le entendería. Aquellas voces le decían que debía hacerlo.
Michael salió nuevamente el patio y vio un desagüe de 15 m que subía hasta el segundo piso del palacio, por el que pudo escalar sin problemas. Retiró un poco del alambre donde se posan las palomas y entró por una ventana. Ahora se encontraba en la oficina del almirante Sir Peter Ashmore, el encargado de seguridad. En esta habitación tampoco había nadie, por lo que se quitó los zapatos y los calcetines y procedió a explorar descalzo el palacio.
De todas formas esta no era la primera vez que Michael irrumpía en palacio, apenas hace un mes ya había estado por ahí. En esa ocasión entró por una claraboya abierta del techo y deambuló por los pasillos más de media hora. Se dio tiempo para contemplar los cuadros y retratos reales, descansó un momento en el trono y luego se dirigió al salón de banquetes, donde se bebió media botella de vino blanco acompañado de unos bocadillos antes de marcharse.
Ahora, en esta su segunda visita a palacio, Michael Fagan sabía que tenía una misión. Debía imperativamente encontrar a la Reina.
Deambuló por los pasillos buscándola y en el trayecto se lastimó la mano con un cenicero de cristal. Más adelante pudo ver un par de platos para perro en el suelo y supo que la Reina estaría por ahí cerca, ya que Michael sabía que Su Majestad casi siempre se encontraba cerca de su mascota.
Mientras avanzaba hasta se dio el lujo de saludar a una camarera que le respondió con un cordial "buenos días" y pasó de largo, hasta que encontró la habitación de Su Majestad e ingresó.
Isabel II se despertó abruptamente cuando sintió que Michael se sentó a los pies de su cama y no podía salir de su asombro al ver aquel desconocido sosteniendo un cenicero y con la mano ensangrentada. Ella mantuvo la calma, tomó el teléfono y pidió a la operadora que llamara a la policía. La policía nunca llegó. Luego también apretó un botón desde su cómoda para llamar a una camarera, sin embargo nadie apareció.
El guardia armado que siempre vigilaba la entrada a su dormitorio tampoco se encontraba en su sitio esa mañana, ya que minutos antes de que aparezca Michael Fagan había sacado a pasear al perro de Su Majestad.
Mientras tanto Michael estaba en lo suyo, el seguía charlando y contándole a la Reina sus penurias y su mala suerte, mientras ella por supuesto, se hacía la que lo escuchaba. Michael le contó acerca de sus problemas maritales y también le dijo que le parecia una coincidencia que tanto él como la reina tuvieran justamente cuatro hijos. Luego Fagan le pregunto a Su Majestad si entre sus curiosidades tenía un cigarrillo que le obsequiara.
Después de que Isabel II había pasado 10 minutos escuchando a Michael Fagan, una camarera abrió la puerta y pegó un grito asustada al ver aquel extraño sentado en la cama real. Inmediatamente salió corriendo y fue a llamar a un empleado, que en cuanto llegó sometió a la fuerza al enfermo mental.
Cuando la prensa dio a conocer este incidente, toda Inglaterra se indignó con el cuerpo de seguridad de su reina y con el nulo accionar de la policía británica cuando fue solicitada telefónicamente. De hecho, Margaret Tatcher quien fuera la Primer Ministro de aquella época, se disculpó personalmente y ordenó inmediatamente tomar medidas para reforzar la seguridad del Palacio de Buckingham.
Fuentes:
Lisa's History, About
13 comentarios:
Un servicio de seguridad excelente el británico.
Un ejemplo.
Que engañados nos tienen.
Saludos.
Que buena la historia! el tipo quería hablar con la reina y lo consiguió jajajajajaj
Besicos
Y la reina al final l resolvió alguna bronca??? o lo metió en mas broncas???
Lo mas impactante es que era la segunda vez que se metía en el palacio y andaba por los pasillos tranquilamente observando pinturas y todo.
apartándome del tema:
Ese artículo del club de los 27 es in teresantísimo, y más en mi caso que he comnzado a conocer la vida de Joplin y de Hendrix, a los cuales siento una admiración que crece con el conocimiento que cada día adquiero acerca de ellos
BUENOO PERO AL FINAL NI LO AYUDO AL POBREE A RESOLVER SUS PROBLEMAS , TACHE PARA LA REINA
Tremendo julepe se habrà pegado la vieja al ver entrar al tipo lo màs campante!!!
juasssssssssssssssssssss
P.D.:Me encantò que un perfecto desconocido le demostrara al mundo que nada esta tannnnnnnnn bajo control...
MUACKS!!!
De seguridad ni hablemos.
La historia me encanto.
igual la Reina, podria haber ayudado a este señor.
Besitos mi querido Carlos.
Que historia...
Carlos en verdad no me la creo, no imagino la cara de Isabel en esa situación.
La rutina adormecio las responsabilidades de los funcionarios de seguridad...
Lo que quiero saber es si le ayudaron al pobre loco en alguno de sus problemas porque a la final él con lo que hizo les ayudó a extremar las seguridades para la reina, pero él que obtuvo???
Hola Carlos:
La historia me hace pensar que si no hay más atentados graves en el mundo en contra de sus personalidades, es porque los terroristas no deben creer que es tan fácil.
Un abrazo.
será que el que nada debe nada tenme? la suerte de un loco? la reina con un plebello a los pies de su cama, quien lo diria?
Maravillosa historia no?
Es un buen cuento. Falla el final, que es demasiado real. Algo asi como la reina en casa del hombre o aún mejor, la reina contándole al hombre sus propios problemas, estaría mejor. Pero la vida no es perfecta. Y si no que se lo digan al hombre...
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