Sol de verano

Como se dice muy comúnmente por estos lares, “patear” las calles de mi ciudad en verano resulta ser muy atractivo.
La “city” se enciende, se llena de luz, de música, de juventud y buena onda… y resulta raro ver caras tristes caminando por las calles. Se inunda de gente de todos los colores y de todas las zonas del país, que se acercan a disfrutar de nuestras playas y nuestro mayor espectáculo, que es cuando Gualeguaychú se viste con plumas y lentejuelas durante los meses de enero y febrero.
Es increíble como uno reconoce al forastero solo por su presencia, o la cadencia de su voz y sus palabras, y hasta me atrevo a decir por la vestimenta…
Los más fashion son los que llegan desde Buenos Aires, con su indiscutida tonadita “porteña” que me fascina y es detectable apenas dicen ese “Hola piba”…
La gente del sur, salta a la vista porque suelen ser más nerviosos de lo común y van siempre apurados, según dicen, al vivir en una zona ventosa afecta su personalidad y los exalta… no pasa así con los norteños, que tienen una suavidad exquisita y una “pasta” especial al hablar arrastrando las palabras, que es muy comparable a la ternura.
La gente de la zona Oeste ya tiene el cantito tan dulce de los chilenos (que a mi tanto me gusta)… y los de la mesopotamia, mi región, generalmente sobresalimos por tener un chorro de sangre alemana debido a la cuantiosidad de migrantes que poblaron estas provincias.
Así somos… tenemos la ventaja de disfrutar de todos los climas, todos los suelos y de ser un país con un crisol de razas, que conforma una conjunción deliciosa de personas.
Aquí los espero, quedan todos invitados…