LA ESTRATEGIA DEL CARACOL

El caracol, insignificante animal que siempre me pasó desapercibido. ¿A quién no verdad?
Hablo del caracol de la sierra, de Quito, el de los valles aledaños, el de la costa también, de las playas y ciudad, el que encuentras en verano por paredes, pisos, techos, cornisas, cementerios y en todo lado.
Abunda y siempre está solitario, jamás verás dos caracoles juntos o en una misma dirección. Justamente ese individualismo es lo que no lo estanca, solo sabe que avanza y punto. A dónde? Ni él lo planifica, duerme y se esconde cuando es necesario, avanza cuando las circunstancias se lo permiten. Sin afán.
Ahora que tengo mucho más tiempo libre lo he analizado, cuanto admiro y me ha enseñado este bello y pequeño animal.
Irónicamente su absurda lentitud y paciencia lo hace pasar desapercibido y sobrevivir de depredadores, no lo ven como amenaza ni alimento.
Mientras te miran pasivo se descuidan, no te ven competente, pero cuando te voltean a ver ya no estás...llegaste a tu meta.
El vive con su caparazón y se arrastra, yo vivo con mis demonios y recuerdos, me arrastro también a mi manera. Quizás es más pesado llevar los recuerdos que una casa en hombros, sería mas fácil despojar sus cimientos que despojarnos de la melancolía que a veces nos acompaña.
Igualmente suelo quedarme en el letargo por horas, yo no tengo antenas, pero uso un par de gafas.
Ahora, pensándolo mejor, siempre llevo mi caja fuerte conmigo, todos llevamos la nuestra… esa caja inviolable es la memoria.
Discrepo en algo con este bichito, el puede quedarse días pegado a una pared, yo no me aferro a la vida.