jueves, julio 29, 2010

La enigmática Princesa Caraboo

La tarde el jueves 3 de abril de 1817, una extraña joven hizo su aparición en la casa de un zapatero de un pueblo cercano a Bristol, Inglaterra. A la muchacha se le notaba confusa y perdida, además de que estaba ataviada de una extraña manera y llevaba un exótico turbante negro en la cabeza. La primera persona que la vio fue la esposa del zapatero, quien al preguntarle qué es lo que deseaba, se dio cuenta de que la joven hablaba en un extraño idioma que nunca antes había escuchado. Atónita la señora y sin poder entender lo que la joven le decía, pensó que se trataba de una mendiga extranjera. Cabe señalar que en aquella época en Inglaterra la mendicidad era castigada con prisión, y en casos de reincidencia con el destierro a Australia.

Tratando de hacer una obra de caridad la esposa del zapatero llevó a la chica a la Comisaría, pero igual, las autoridades policiales no supieron qué hacer con ella. Además estaba claro que aquella agraciada joven no era una mendiga, puesto que sus manos eran finas y delicadas, y sus uñas se encontraban muy bien cuidadas y limpias, lo que denotaba que no había estado acostumbrada a realizar trabajos duros. No se les ocurrió otra idea que llevarla a la casa del señor Worral, que era el magistrado del condado.


El magistrado Worral y su esposa tenían en su casa un criado griego que hablaba varios idiomas y lo hicieron llamar enseguida para ver si podía entender a la misteriosa joven, pero fue en vano, ya que tampoco conocía aquel raro idioma, que además no se parecía a ninguno de los idiomas europeos. Mientras pensaban a donde podían llevarla, la muchacha vio un cuadro donde estaba dibujada una piña, y enseguida exclamó: Ananás! y la señalaba con el dedo con entusiasmo, como queriendo explicar que era una fruta de su patria. El criado enseguida comentó que Ananás es el nombre con el que se conoce a las piñas en Grecia, y en algunos lugares de Europa. Bueno, por lo menos ya tenían alguna pista.

Viendo aquel entusiasmo de la muchacha, la esposa del magistrado Worral se ofreció a prepararle la cena, pero ella mediante señas se hizo entender que sólo prefería tomar un té, y también mediante señas entendieron que la joven se llamaba "Caraboo". Le sirvieron una taza de té y la muchacha empezó un extraño ritual antes de beberlo, repitiendo una extraña oración mientras se cubría los dos ojos con una mano. Más tarde por la noche, cuando le mostraron la habitación donde iba a dormir, ella se acostó en el suelo, demostrando así que no sabía lo que era una cama, hasta que le explicaron lo cómodo que era dormir en ella y aceptó acostarse, no sin antes arrodillarse para rezar sus oraciones a un dios que ella llamaba Allah Tallah.

En la casa del magistrado la joven se mostraba especialmente impresionada cuando miraba unas piezas de cerámica china y sus caracteres, por lo que llegaron a pensar que era probable que la muchacha había llegado desde el Asia, pero esto los confundía aún mas, puesto que la joven tenía unos atractivos rasgos europeos, una larga cabellera negra, ojos oscuros y piel clara. Su comportamiento seguía llamando la atención, pero la esposa del magistrado estaba feliz de tenerla como huésped en casa. Cuando iban a la mesa la joven siempre rechazó comer carne, de hecho mantenía una dieta estrictamente vegetariana y sólo bebía agua potable o té.

El magistrado se dio cuenta que tenía en su casa a una perfecta desconocida que sabrá Dios de donde era, por lo que en contra de su esposa llevó a la muchacha a donde el alcalde de Bristol para que él tomase alguna decisión al respecto. El verdadero temor de las autoridades era de que la muchacha sea una fugitiva de algún extraño país y por ende un peligro para la comunidad, pero el alcalde de Bristol, John Haythorne, no tenía pruebas de nada, ni podía imputársele ningún cargo, ya que a duras penas lo único que sabían era que se llamaba "Caraboo", entonces decidieron cumplir con lo que estipulaba la ley y fue enviada al Hospital St. Peter hasta que aparezca alguien que aportase alguna otra prueba.


En aquel sucio hospital para indigentes, Caraboo se negó a probar cualquier tipo de alimento, e incluso se negó a dormir en aquellas viejas camas y pasaba las noches sentada en el suelo. Como ya se había corrido la historia de la muchacha mucha gente de la ciudad empezó a visitarla, y le llevaban extranjeros y políglotas para tratar de descifrar su idioma, pero ninguno tuvo éxito.

Cuando la esposa del magistrado se enteró de que Caraboo se negaba a comer, fue en su ayuda y la sacó de aquel lugar y se la llevó hasta las oficinas de su marido, donde le adecuaron una habitación en donde pasó los siguientes diez días al cuidado de su ama de llaves. Aún en ese lugar seguían visitándola muchas personas que llevaban gentes de otros lugares para ver si alguien le atinaba con su lenguaje, hasta que por fin sucedió lo impensable. Entre toda esa gente que llegó, hizo su aparición un viajero portugués llamado Manuel Eynesso, quien después de hablar con ella dijo haber resuelto el misterio.


Caraboo era una princesa de un reino llamado Javasu, en una isla lejana del Océano Indico, de donde había sido secuestrada por piratas, y que después de un largo recorrido por el océano, ella logró escapar de sus captores saltando por la borda del barco cerca al Canal de Bristol, desde donde había nadado hasta la orilla. La traducción del portugués fue prueba suficiente para que el magistrado y su esposa estén convencidos de que estaban alojando y protegiendo a una "princesa extranjera", por lo que decidieron inmediatamente llevarla hasta su residencia y darle el trato que tan ilustre huésped merecía.

Residencia de los Worral donde la Princesa estuvo algunas semanas

Durante su estancia en la residencia de los Worral, la princesa encantada recibió muchísimas visitas de las amistades de la pareja, a quienes siempre deleitó con sus finos modales y extraño "pero encantador" comportamiento. Le gustaba utilizar un arco y flecha que adornaba la pared del salón principal, bailaba danzas exóticas y nadaba desnuda en el lago cercano a la mansión cuando se encontraba a solas. Nunca se olvidaba de sus oraciones a su ser supremo 'Allah Tallah', y claro, todo esto era acompañado de sus inusuales costumbres vegetarianas y su extraño dialecto.

La esposa del magistrado pensaba que como todo aristócrata que se respete, la princesa Caraboo también debía tener un retrato suyo pintado, para lo cual le hizo confeccionar un exótico vestido con las mejores telas, que fueron escogidas en conjunto con la princesa. Luego llamaron a un artista de retratos y la hicieron posar.

Retrato de la Princesa Caraboo, por Edward de Aves (1817)

Cada semana más y más personas acudieron a visitar a la exótica Princesa Caraboo, quien respondía con su natural gracia y comportamiento a las atenciones que le dispensaban los aristócratas de Bristol. En una de esas tantas tertulias aceptó escribir algunos símbolos y gráficos de su idioma, los cuales algún invitado curioso, envió a Oxford para su análisis. Poco después llegó la lacónica respuesta de los expertos, sugiriendo que aquellos pictogramas no pertenecían a ningún idioma ni dialecto conocido, y que no eran más que una farsa.

Los pictogramas que fueron enviados y analizados en Oxford

De todas formas, la noticia de que una exótica princesa de tierras lejanas habitaba en Bristol se había regado como pólvora, en poco tiempo los periódicos ingleses se hicieron eco, y la joven pasó de ser una extraviada desconocida a convertirse en una celebridad en la época. Realmente el asunto de la fama se había salido de las manos, y en poco tiempo ésta fue su perdición.

Una señora de apellido Neale, tenía una pequeña posada en las afueras de Bristol, y un buen día leyó en la prensa la descripción de la princesa Caraboo, y se le hizo familiar, luego al seguir leyendo el artículo y su descripción, la reconoció inmediatamente. Hace algunas semanas aquella muchacha había sido huésped en su posada y se había hecho muy amiga de sus hijas, a quienes entretenía hablándoles en un gracioso lenguaje que ella misma había inventado. Cuando se despidió y se fue de su posada, la señora recordó que la joven se había puesto un curioso turbante en la cabeza.

Los medios en seguida se hicieron eco de las declaraciones de la posadera, y la noticia nuevamente fue un reguero de pólvora, hasta que llegó a oídos de los Worral, quienes ahora se habían convertido en el hazmerreír de toda Inglaterra. Casi en shock la esposa del magistrado confrontó y pidió explicaciones a Caraboo, quien no tuvo más remedio que aceptar la mentira y confesarle en perfecto inglés que su nombre verdadero era Mary Baker, y que era hija de un zapatero del pueblo de Witheridge, que tenía 25 años y que era la hija de quien supuestamente la había encontrado. Que después de haberse divorciado y no tener un lugar estable donde vivir, había inventado esta historia junto a sus padres.

Después de ese balde de agua fría, y especialmente por haber abusado de la amabilidad de la señora Worral y hacerlos quedar en ridículo ante toda la sociedad, el magistrado se puso a pensar en qué hacer con la muchacha. Si la botaban de la mansión y la chica se quedaba en Bristol, sería una vergüenza aún mayor para la familia, porque cada vez que fuera vista por las calles la gente recordaría la ingenuidad de los Worral, así que pronto decidieron sacarla de Inglaterra y enviarla hacia los Estados Unidos.

Princesa Caraboo por Thomas Barker (1817)

El 28 de junio de 1817, embarcaron a Mary Baker rumbo a Filadelfia bajo la tutela de tres monjas amigas de la señora Worral, a quienes a pesar de todo, les había recomendado que cuidasen de la muchacha. A los pocos días de haber llegado se separó de las monjas y no se supo de su paradero durante algunos años, salvo una carta de agradecimiento que fue recibida en noviembre de 1817 por la señora Worral.

Obviamente, la prensa intrigada buscó a los padres de la muchacha para escuchar su versión, y ellos lo único que alegaron es que su hija estaba mal de la cabeza desde que sufrió una fiebre reumática a los 15 años, y que desde ahí había tenido todo un historial de recaídas y desequilibrios mentales que alguna vez hasta la pusieron al borde del suicidio. Luego había salido a Londres a mendigar, y con un poco de suerte pudo encontrar trabajo en la casa de una familia judía, donde aprendió el alfabeto hebreo que tanto le serviría después en su papel de princesa. Luego por alguna razón que sus padres no tenían muy clara, se enteraron que se encontraba internada en el hospicio de Santa María de Londres, y poco tiempo después apareció de repente en casa. Su madre le había conseguido trabajo en una pescadería, donde conoció a un señor de apellido Baker con quien se casó y juntos se fueron nuevamente a Londres, pero poco tiempo después él la había dejado abandonada en la gran ciudad. Fruto de esta relación Mary tuvo un hijo que no dudó en entregarlo a un orfanato para su adopción.


Mary Baker regresó a Inglaterra en 1824, y ya en Londres quiso vivir de la fama que le había dado la prensa años atrás con el asunto de la princesa Caraboo, pero no tuvo éxito, y prefirió irse buscar la vida a Francia y España. Cinco años después regresó para establecerse y ganarse honestamente la vida vendiendo sanguijuelas en el Hospital de Bristol, ciudad en la que tuvo una hija y vivió el resto de su vida, y en la que fue enterrada a los 75 años en una tumba sin nombre.

Lo que continúa siendo un misterio hasta la fecha, es la verdadera identidad de aquel falso navegante portugués que supuestamente pudo entender su idioma. Quizás era un cómplice, un amante o el padre de su hijo, pero Mary Baker, siempre evitó hablar de él.

Fuentes e imágenes:
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domingo, julio 25, 2010

De Histeria y Vibradores

En la antigua Grecia, cuando una mujer sufría de histeria, se decía que padecía de "útero ardiente", luego en la Edad Media se la denominó como "sofocación de la matriz" y se suponía que su causante era la abstinencia sexual, ya que ésta provocaba la retención del “esperma femenino”, responsable del padecimiento. De hecho existió una época en la que se recomendó que la comadrona se impregnara un dedo en aceite de lirio o de nardo, que lo introdujera en la vulva de la mujer histérica y lo agitara fuertemente. Más formalmente, se aconsejaron las relaciones sexuales, por lo que muchas veces la maternidad acabó transformándose finalmente en el tratamiento salvador de las mujeres histéricas.

En la Inglaterra victoriana del siglo XIX, los médicos solían combatir la histeria femenina acariciando manualmente el clítoris de las pacientes hasta que pudieran alcanzar el orgasmo, que en esa época era conocido como paroxismo histérico, puesto que consideraban que el deseo sexual femenino reprimido era una enfermedad.


Ya cansado y adolorido de utilizar su mano, el doctor Joseph Mortimer Granville desarrolló el primer vibrador eléctrico en la década de 1880. El objetivo era utilizarlo en su consultorio como una herramienta terapéutica contra la histeria, que en aquellos años asolaba a las mujeres como una especie de epidemia. El único problema era su tamaño industrial. La paciente se tumbaba en un diván y el doctor le aplicaba el vibrador electromecánico en la entrepierna, consiguiendo un orgasmo en unos 10 minutos, más o menos.


Lo más curioso es que en aquella época se consideraba impropio que una mujer entrara sola al consultorio de un médico, por lo que generalmente las madres y en algunos casos los maridos de las pacientes, se sentaban tranquilamente a un lado de la camilla mientras el médico masturbaba a su hija o esposa.


Como naturalmente resultaba un tanto engorroso acudir al médico para ver como a la paciente le aliviaban la histeria, el potencial mercado para los vibradores de mano era enorme, y esto fue aprovechado enseguida por la empresa Hamilton Beach que los patentó en 1902. Para esa época, el vibrador personal fue el tercer aparato eléctrico disponible en los hogares, solamente precedido por la nevera y el ventilador, pero mucho más antiguo que la plancha eléctrica, la licuadora y la aspiradora. Las mujeres podían comprar sus aparatos por correo ya que se anunciaban normalmente en revistas de decoración y bordado. Por ejemplo, un anuncio de 1910 decía:

"La cura al envejecimiento ha sido descubierta en las vibraciones. Los más grandes científicos dicen que le debemos no sólo nuestra salud sino también la misma vitalidad a esa fuerza maravillosa. La vibración promueve la vida y el vigor, la fuerza y la belleza. Si su cuerpo vibra, usted se sentirá bien y no enfermara jamás."

Su comercialización llegó a tal extremo que algunos modelos incluían un recambio adaptable que convertía al vibrador en una batidora.


Para la década de 1920, en los hogares norteamericanos había más vibradores que tostadoras; y aunque desaparecieron de las consultas de los médicos, seguían considerándose aparatos clínicos para proporcionar relax a las "histéricas" más inquietas.

La buena imagen y reputación de los vibradores cambió completamente a mediados del siglo XX por dos razones. Primero porque en 1952, la Asociación Americana de Psiquiatría declaró oficialmente que la histeria femenina no era una enfermedad legítima, sino un mito anticuado, y el segundo motivo fue que la popularidad del cine hizo que las películas pornográficas tuvieran más difusión, y varias de ellas mostraban actrices utilizando el vibrador como juguete sexual y la gente los empezó a ver como objetos de perversión. Esto originó que los vibradores desaparecieran de las revistas femeninas, catálogos y estantes de tiendas populares como Sears, donde se habían vendido durante casi medio siglo.


A mediados de la década de 1970, en plena explosión del feminismo, la sexóloga americana Betty Dodson empezó a utilizar vibradores en sus talleres de salud sexual femenina y poco después los aparatos fueron reapareciendo en los estantes de farmacias especializadas, y no únicamente en los sex shops. También recibieron otro gran impulso en 1986, cuando el Dr. Everett Koop lo incluyó en una lista de prácticas de sexo seguro dentro de un folleto de prevención del SIDA que se envió a los 107 millones de hogares estadounidenses, siendo este el mayor correo enviado en la historia de ese país.

Estos aparatitos han ido evolucionando a la par de la tecnología y hoy es posible encontrarlos hasta como un accesorio para el IPod, el cual vibra al compás de los sugerentes ritmos musicales.

Fuentes e imagenes:
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miércoles, julio 21, 2010

La masacre de Colina de la Hamburguesa

La batalla de Hamburger Hill -Colina de la Hamburguesa- fue quizá la masacre más inútil que sufrieron los estadounidenses en la Guerra de Vietnam.

Los soldados norteamericanos bautizaron como "Hamburger Hill" a un monte que en sus mapas figuraba como Colina 937, justamente porque se asemejaba a un hamburguesa. Era un pico abrupto y de bosque denso, cubierto de vegetación verde y cañas de bambú. Los vietnamitas conocían a esa montaña como Dong Ap Bia.

Colina 937, más conocida como Hamburguer Hill

El 11 de mayo de 1969 el 3er batallón de la 101ª División informó de la presencia de tropas norvietnamitas en aquella colina y el alto mando ordenó que dicha posición fuera tomada inmediatamente a "cualquier precio".

Decididos a desalojar al enemigo, los norteamericanos iniciaron un ataque aéreo con bombas de napalm y granadas sobre las posiciones del ejército norvietnamita. Fue tan intenso el bombardeo que pensaron que habían destrozado a sus enemigos y que podrían avanzar tranquilamente por las laderas de la colina. Lastimosamente se equivocaron y el 12 de mayo fueron recibidos con fuego de metralletas, granadas y minas instaladas en los árboles. Fue una verdadera carnicería y los pocos que lograron retroceder y evacuar, no podían llevarse a los heridos porque el fuego les caía por todos lados. Enseguida se pidió más apoyo aéreo y la aviación arremetió nuevamente con furia sobre las posiciones norvietnamitas durante el resto del día. La pesadilla apenas comenzaba.


Lo que no sabían los americanos era que sus enemigos habían construido muchas trincheras subterráneas, escondidas bajo la densa vegetación y las habían colocado a lo largo de todo el acceso a la colina dispuestas de tal modo que sus fuegos convergían y se cruzaban, logrando de esta forma cubrir todos los accesos.

El 13 de mayo recibieron apoyo de otra compañía, que junto a los soldados que quedaban tenían la tajante orden de llegar a la cima. Apenas pudieron avanzar unos cientos de metros, cuando otra vez fueron recibidos con cohetes y fuego de artillería, lo que les ocasionó 37 bajas.


Los altos mandos empecinados en tomar aquella montaña, enviaron dos compañías más para que tratasen de tomar la cima por separado, y nuevamente recibieron fuego norvietnamita por lo que tuvieron que retirarse precipitadamente. El 15 de mayo por la mañana llegó otra brigada americana de apoyo junto a otro regimiento aliado de Vietnam del Sur. Los comandantes obligaron a la tropa a avanzar nuevamente, pero fue una decisión equivocada, ya que la noche anterior los vietcongs habían colocado minas en todo el terreno. De todas formas los soldados no podían desobedecer las órdenes y avanzaron, pero esta fue una marcha muy lenta y con muchas bajas.

Cuando por fin pudieron divisar la cima de la colina, los pocos soldados sobrevivientes pensaron que tomándola podían asegurarse la victoria, pero ocurrió un desastre mayor. Un helicóptero cañonero norteamericano que se encontraba bombardeando posiciones enemigas, atacó por error a sus soldados que estaban distribuidos por la ladera de la Colina.


Según testimonios de los sobrevivientes, había cuerpos por todas partes y los mutilados gritaban de dolor en el suelo. Después de toda la pesadilla que habían tenido que soportar los últimos cinco días, un despistado piloto había hecho fracasar la misión. Para colmo, unas horas más tarde, hasta el propio cuartel general del batallón fue alcanzado por los cohetes del enemigo.


El 17 de mayo fue un día de descanso. Se mantuvo un bombardeo de gas lacrimógeno -36 horas- sobre las trincheras del enemigo y se suministró a la tropa chalecos antibalas superpesados. Además de ser prácticamente imposible llevarlos puestos con aquel calor infernal, habían llegado con una semana de retraso.

Prácticamente se había cumplido una semana desde que los americanos intentaron tomar la Colina, cada día habían enviado más tropas, más armamento y no habían conseguido nada. El 18 de mayo intentaron nuevamente subir las laderas, lograron atacar las posiciones norvietnamitas, y cuando estaban ya cerca de la cima se desató una repentina tormenta sobre la Colina, la visibilidad era nula, y lo peor era que otra vez estaban recibiendo apoyo aéreo, pero sin visibilidad quienes más peligro que corrían eran ellos mismos. Nuevamente ordenaron la retirada.


La insensatez y obsesión del alto mando por tomar la colina, sumada a la baja moral de la debilitada tropa, comenzó a provocar actitudes rebeldes y desobediencia entre los pocos soldados que quedaban. Dentro de ese caldeado ambiente, el 20 de mayo nuevamente se organizó un ataque combinado de los cuatro batallones para tratar de subir a la montaña. El enfrentamiento prácticamente fue hombre a hombre, de trinchera en trinchera, hasta que por fin lograron hacerse de la cima.


El costo de aquella operación fue de casi 100 soldados muertos y más de 400 heridos. Cuando la Colina 937 estuvo bajo su control, el alto mando dio una extraña orden: "Que registren y destruyan las trincheras enemigas y que luego de eso abandonen el lugar, que se retiraran..."

En un trozo de cartón, clavado a un árbol junto con un pañuelo negro de la 101ª división, un soldado desconocido dejó escrito un mensaje: "¿Todo esto valió la pena?"


La terquedad de algunos generales, que fue la causante de la masacre de "Hamburger Hill", generó un fuerte debate en la sociedad civil y logró que el Congreso de los Estados Unidos criticara fuertemente a la cúpula militar. A raíz de esta batalla cambió la estrategia de los americanos en Vietnam, ya que poco después el Presidente Richard Nixon anunció el retiro de las tropas.

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domingo, julio 18, 2010

Hollister, del mito al estigma

En muchas partes del mundo todavía se mira a los grupos de motociclistas de reojo y con recelo, y en no pocas ocasiones asustan, ya que están asociados a pandillas, drogas y violencia. Como ex motociclista debo decir que no hay nada más equivocado y que la percepción e imagen que tiene la gente se basa sólo en estereotipos que formaron la prensa norteamericana y Hollywood hace más de medio siglo. Todo se remonta a un lamentable suceso ocurrido en 1947 en una pequeña población de los Estados Unidos, donde la prensa sensacionalista hizo de las suyas y donde Hollywood vio una mina de oro. Aquí la historia.

A finales de la Segunda Guerra Mundial, la pequeña ciudad de Hollister, California, tenía una población aproximada de 4.500 habitantes. Era un sitio eminentemente agrícola rodeado de vías accesibles, con facilidades para acampar, senderos de montaña y una pista de carreras de tierra en las afueras de la ciudad. Desde 1930, había sido el escenario de populares carreras de motocicletas reguladas por la Asociación de Motociclistas Americanos (AMA). A este evento asistían cientos de espectadores ya que se celebraban todos los 4 de julio y cada vez se fueron haciendo más populares entre los motociclistas. Con el tiempo las carreras fueron tan importantes para Hollister que en esa época llegaron a ser más conocidas que su feria de ganado o de rodeo. Estas carreras solamente fueron suspendidas mientras duró la Segunda Guerra Mundial. Volvieron a organizarlas nuevamente en 1947 y los comerciantes locales estaban felices, pues eso les suponía una importante fuente de ingresos y dinamizaba la economía de población.

Cuando terminó la guerra, muchos ex militares regresaron y se establecieron en California. Todos ellos gozaban de una buena pensión por haber servido en el ejército, pero se encontraron con que no tenían en que gastar su dinero. En la soleada California y con dinero extra a la mano, hubo un gran boom de compra de motocicletas clásicas tipo chopper, ya que debido a sus grandes y soleadas autopistas eran una muy buena opción recreativa.

Los "Yellow Jackets"

Estos veteranos formaron algunos pequeños clubes de motociclistas como La Liebre, Los 13 Rebeldes o los Yellow Jackets. Vestían chompas de cuero, jeans, bebían, asistían a fiestas juntos y no tenían problemas entre grupos. No había ningún sentido de territorialidad o rivalidad entre ellos.
Muy pronto el alto precio de los combustibles hizo que estos motociclistas sólo quisiera lucir sus motos dentro de la ciudad y evitar largos recorridos, por esta razón la AMA empezó organizar competencias oficiales y organizaba visitas motorizadas en caravanas a ciudades y pueblos cercanos.

Todos sabemos que el ejército no es precisamente un lugar adecuado para aprender buenos modales, es por eso que estos nuevos motociclistas eran mucho más bebedores y bulliciosos que los primeros motorizados que habían llegado a Hollister antes de la guerra.
La mañana de ese viernes 4 de julio de 1947, miles de motociclistas llegaron hasta Hollister. Habían viajado desde ciudades como San Francisco, Los Angeles y San Diego, pero hubo también pilotos que llegaron de sitios tan lejanos como Florida y Connecticut. Por la noche, la calle San Benito -la principal de Hollister-, fue literalmente invadida por las motocicletas.

Las motos no cabían en la ciudad

Con el fin de evitar que los lugareños pudieran perderse entre la multitud de foráneos, los siete hombres del Departamento de Policía de Hollister bloquearon las vías a ambos lados de la calle principal.


Al principio, los 21 bares y tabernas de Hollister dieron la bienvenida a los motociclistas con los brazos abiertos. Fue un bonito gesto, pero cuando se dieron cuenta ya fue tarde porque éstos se habían tomado todos los locales, con acera y todo. Los dueños de los bares rápidamente se dieron cuenta de que ellos no necesitaban que los inviten a pasar, así que siguiendo el consejo de la policía, acordaron cerrar sus negocios dos horas antes de lo normal. De hecho, una de las medidas fue dejar de vender cerveza media hora antes de cerrar porque pensaban que los motociclistas fieles a su espumosa bebida, no intentarían beber licor fuerte. Craso error.

Desde la tarde del viernes hasta la madrugada del domingo, la atónita policía de Hollister (y sus desconcertados residentes), fueron testigos de un espectáculo nunca antes visto por esos lares, malabares en motocicleta en media vía y carreras improvisadas a un lado de la calle principal. Todo ese caos estaba acompañado del estridente rugir de las motos y de mucho alcohol por supuesto.



Unos 50 motociclistas fueron atendidos por heridas y lesiones en el pequeño hospital de la localidad, y ahí mismo, luego de brindarles atención médica fueron arrestados. La mayoría de acusaciones fueron por delitos menores como: embriaguez pública, conducta desordenada y conducción temeraria. Estuvieron detenidos sólo unas pocas horas porque eran contravenciones leves, nadie murió ni hubo destrucción de bienes, tampoco hubo incendios ni saqueos, y de hecho ningún local sufrió algún daño en absoluto.
El día domingo 6 de julio se hicieron presentes 40 patrullas de caminos de California y lograron dispersar a los motociclistas bajo la amenaza de utilizar la fuerza y bombas lacrimógenas. Todos se retiraron tranquilamente y el pequeño pueblo volvió a la normalidad como antes.

El periódico San Francisco Chronicle se encargó de cubrir aquel fin de semana “salvaje” de Hollister y aunque en realidad había mucho que informar, las historias que publicaron llevaban títulos sensacionalistas innecesarios como "Hollister devastada!", y "Disturbios y caos" "Los motociclistas se toman el pueblo". Para colmo y vergüenza de la AMA, la situación empeoró cuando la Revista Life publicó una fotografía en página entera de un fornido y borracho motociclista balanceándose encima de una Harley y con una cerveza en cada mano.

Fotografía publicada por Life

La Asociación de Motociclistas salió al frente y declaró que si bien hubo algo de anarquía ese fin de semana, los problemas que les achacaban fueron causados solo por un pequeño grupo indeseable de motoristas que no sobrepasaba el 1% de los asistentes. También dijeron que se estaba generalizando injustamente y ofreció investigar dar a conocer los nombres de los revoltosos. Pero fue demasiado tarde, el daño ya estaba hecho y gracias a esas notas de prensa los motociclistas quedaron marcados con ese estigma para futuras generaciones.
Bueno, y como ustedes saben, con el paso del tiempo siempre se hace más difícil separar el mito y la realidad.

Los sucesos de Hollister no deben haber sido tan graves, puesto que la ciudad permitió que la AMA siga promoviendo carreras en su autódromo, y apenas cinco meses después los bares y tabernas volvieron a recibir gustosos a los sedientos motociclistas. Y por supuesto, Hollywood no podía perderse la oportunidad y dramatizó los sucesos de aquel fin de semana de Hollister en la película The Wild One, protagonizada en 1954 por Marlon Brando.


Marlon Brando y Lee Marvin en "The Wild One"

Quizá esta película fue lo que más influyó en la opinión pública, porque en ella se mostraba a "todos los motociclistas" como una horda de ebrios desadaptados y sociópatas, a los que se llegó a temer en todas las ciudades de los Estados Unidos y en muchos casos a prohibir que se reúnan en ellas. Irónicamente, sólo Hollister, el pequeño poblado que sufrió los acontecimientos, siempre se mostró dispuesto a recibir a los motoristas y hasta a fomentar más eventos en ella.

Poco después en verdad aparecieron delincuentes que se sintieron identificados y encasillados con lo que Hollywood mostraba y decidieron formar pandillas, además como sabían que tenían publicidad gratis con la prensa, empezaron a delinquir exagerando su violencia para ganar notoriedad, y así nacieron en la década de los sesentas grupos delictivos como "Los Angeles del Infierno", "Los Paganos" y "Los Mongoles", que prácticamente han sido imposibles de erradicar.

Lamentablemente los medios de comunicación siempre han ejercido una gran influencia en las masas y, la cobertura sensacionalista que le dieron al evento de Hollister, estigmatizó para siempre a los motociclistas encasillándolos como grupos "fuera de la ley". Este es un pequeño ejemplo de cómo se puede crear un monstruo a raíz de una noticia mal encaminada.

Fuentes e imágenes:
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jueves, julio 15, 2010

El sembrador de estrellas

Muchas veces no nos damos cuenta que aquellas pequeñas respuestas o mensajes que buscamos, suelen estar escondidas en las cosas más simples de la vida. Hace un tiempo ya que me hicieron llegar estas imágenes y no pude resistirme a publicarlas hoy aquí en el blog. Las fotos pertenecen a una estatua ubicada en la ciudad de Kaunas, en Lituania, y guardan un pequeño secreto.

Durante el día no es un monumento que llame mucho la atención ni parece nada del otro mundo, pero por las noches ofrece un verdadero espectáculo a los sentidos y a la imaginación.



Las estrellas pintadas en el muro le han hecho ganarse el apodo de "El Sembrador de Estrellas", aunque la luz del día no le hace demasiada justicia a su nombre.

Esta estatua data de la época soviética y fue levantada en homenaje al pintor impresionista esloveno Iván Grohar (1867 - 1911). Está inspirada en su pintura al óleo llamada "Sejalec" (El Sembrador), que a su vez representaba a una fotografía tomada en 1906.

"Sejalec", óleo pintado en 1907


Fotografía de "un sembrador" que data de 1906

La pintura está considerada como la más importante y representativa obra de arte eslovena y se ha convertido en un icono nacional, tanto es así que la imagen se encuentra acuñada en las monedas de cinco céntimos de euro de aquel país.


Ahora bien, aquí lo verdaderamente interesante es que el objetivo original de la estatua no tenía nada que ver con las estrellas, sino solamente representar a un símbolo histórico. Sin embargo, es curioso ver cómo el arte de la calle puede dar otro sentido a las cosas y dotarlas de mayor belleza. El responsable de las estrellas es Morfai, un auténtico artista urbano que le ha dado a la estatua un segundo significado mediante un inteligente juego de sombras. En este vídeo pueden ver un pequeño brainstorming con las diferentes pruebas que realizó sobre la sombra de la estatua, antes de dibujar las estrellas.



Fuentes: 1, 2, 3

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domingo, julio 11, 2010

La joven que desafió a Mao Tse Tung

Mao Tse Tung

Corrían los años 60, cuando el presidente chino Mao Tse Tung proclamó que iba a dar inicio a una nueva revolución, -una revolución cultural proletaria-, cuya finalidad sería terminar con los viejos problemas de la sociedad, que fueron denominados "los cuatro viejos pilares": las viejas costumbres, los viejos hábitos, la vieja cultura y los viejos modos de pensar.

Obviamente aquel anuncio fue tomado por toda la población como una buena iniciativa que no debía esperar para ponerse en marcha. Sin embargo la realidad fue mucho más compleja y, sobre todo siniestra, porque lo que en apariencia era un proyecto revolucionario que profundizaría las metas del Partido Comunista Chino, en realidad fue una sangrienta y encarnizada lucha por mantener el poder.

Al igual que había pasado con otros regímenes comunistas, las medidas económicas tomadas por Mao habían terminado sumiendo en hambruna, pobreza y miseria a decenas de millones de chinos, y ese estrepitoso fracaso abrió el camino para que aparecieran en nuevos líderes que pretendían mejorar el manejo económico y evitar el colapso del sistema. Con estos nuevos líderes Mao sintió amenazado su poder y comenzó una sangrienta purga llevada a cabo especialmente por sus partidarios, los llamados "Guardias Rojos", que en su gran mayoría eran jóvenes estudiantes a quienes se les dio licencia de condenar y agredir en base a sus simples sospechas, que muchas veces ni siquiera eran comprobadas, castigando a sus víctimas mediante feroces golpizas. En esencia, eran la guardia de choque de Mao.

Los Guardias Rojos

En todas las ciudades, millones de personas recibieron los llamados "castigos populares", los cuales podían ir desde burlas o palizas en público, hasta la deportación a los campos de concentración o la muerte. También obligó a los intelectuales y universitarios a trabajar en el campo, situación que empeoró aún más la crisis económica.

En este contexto de crueldad y autoritarismo es que una joven muchacha miembro de los guardias rojos, cansada de ver tanta anarquía, decide renunciar y tiene la valentía de hacerlo enviándole una carta al mismísimo líder, a Mao Tse Tung.

Wang Ronfen

Wang Ronfen era una joven miembro del Partido Comunista, que incluso participó en 1966 en el recibimiento de Mao Tse Tung a los Guardias Rojos en la Plaza de Tiananmen. Su desencanto con la Revolución Cultural y sus crueles métodos fue tal, que llegó a decir: “no hay ninguna diferencia entre Mao y Hitler”. Wang le escribió una carta firmada con su puño y letra a Mao en la que afirmaba que abandonaba las Juventudes Comunistas.

“Por favor, póngase en el lugar del pueblo chino y reflexione: ¿a dónde está llevando al país? La Revolución Cultural no es un movimiento de masas, es una persona que utiliza los fusiles para movilizar a las masas. Yo afirmo así solemnemente que desde hoy abandono las Juventudes Comunistas.”

La valentía y “osadía” de Wang tuvo lamentablemente un alto costo, ya que inmediatamente la joven fue víctima de una implacable persecución. Debido al acoso y hostigamiento de sus ex camaradas, Wang intentó suicidarse tomando cuatro botellas de insecticida en las puertas de la embajada soviética, a donde previamente había llegado en búsqueda de asilo. Sin embargo, los servicios médicos acudieron a rescatarla, tras lo que fue inmediatamente arrestada, encarcelada sin juicio alguno y condenada a cadena perpetua.

Después de cumplir doce años en prisión, en marzo de 1979 -luego de la muerte de Mao- la consideraron rehabilitada políticamente y fue liberada sin cargos. Entonces, el líder intelectual chino Fei Xiaotong la recomendó para la Academia de Ciencias Sociales de China para investigar en temas de traducción. En junio de 1989, después de presenciar la Masacre de Tiananmen se exilió en Alemania, donde ahora se dedica a escribir novelas.

Lamentablemente esos son los costos de disentir y protestar en regímenes totalitarios donde no existe el Estado de Derecho.

Fuentes: Zaichina, NYTimes, China Today

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martes, julio 06, 2010

Los hermanos Sullivan

Mientras el mundo vivía la Segunda Guerra Mundial, Genevieve Sullivan era una joven muchacha de Iowa que esperaba impacientemente que su novio regrese para casarse. Su prometido pertenecía a la Armada de los Estados Unidos y poco antes había sido transferido a Pearl Harbor, pero como sabemos, el destino es caprichoso y quiso la mala fortuna que el joven se encuentre ahí durante el ataque japonés de 1941 donde lamentablemente murió. La muchacha obviamente quedó destrozada, sentía que su única razón de vivir se había acabado.

Genevieve tenía cinco hermanos varones, que indignados por el traicionero ataque a su país -que de paso cobró la vida de su cuñado- decidieron enlistarse en el ejército para prestar su contingente. Ellos eran George de 28 años, Frank de 26, Joseph de 24, Matt de 23 y Albert de 20.



Los Sullivan eran la típica familia americana de clase media de los años 1920 y 1930. En la época de la Gran Depresión, su padre Tom Sullivan se consideraba un hombre afortunado porque tuvo la suerte de conservar su trabajo. No todos sus hijos varones pudieron terminar la escuela secundaria porque algunos de ellos decidieron trabajar para ayudar con los gastos del hogar. Casi toda la familia laboraba en la empacadora de carne de su pueblo en Iowa.

Cuando se enteraron de la muerte de su amigo y casi cuñado en el ataque a Pearl Harbor, no lo pensaron dos veces y se enlistaron en la Marina, pero insistieron en que se les permitiera permanecer juntos durante todo su servicio. La Armada estuvo de acuerdo y el 3 de enero de 1942, menos de un mes después de Pearl Harbor, los cinco hermanos prestaron su juramento oficial.

En febrero fueron asignados al buque USS Juneau que pronto partiría en una misión hacia el Pacífico. El hecho de ser cinco hermanos de una misma familia hizo que la prensa se fije rápidamente en ellos, por lo que gozaron de cierta popularidad, y claro, como era lógico, el ejército también aprovechó la situación para usarlos propagandísticamente.



Su buque partió el 1 de junio de 1942 hacia Guadalcanal donde se libraban cruentos combates tratando de impedir el avance japonés. El USS Juneau y su tripulación sirvió en combate junto a otros navíos en el Teatro de Operaciones del Pacífico y estuvo presente en la Batalla de Guadalcanal que inició el 12 de noviembre y duró tres días. El buque fue alcanzado por un torpedo y tuvo que ser retirado ese mismo día. Mientras se alejaba del área de combate, el barco fue alcanzado nuevamente por un torpedo de un submarino japonés y rápidamente empezó a hundirse, con el agravante de que el apoyo logístico no podía llegar debido a la presencia de la marina japonesa en el área.

El alto mando norteamericano pensó que después de recibir dos torpedos, muy difícilmente quedarían sobrevivientes en el USS Juneau, por lo que se dio la orden al resto de buques de seguir avanzando hasta la Isla Espíritu Santo. Fue un craso error de los generales porque aproximadamente 100 sobrevivientes quedaron abandonados en el océano a la deriva. Muchos de ellos gravemente heridos, sucumbieron a la intemperie, el hambre, la sed y al ataque de tiburones.



Ocho días después del naufragio, desde un hidroavión fueron divisados y rescatados apenas diez de los sobrevivientes. En sus testimonios relataron que ninguno de los hermanos Sullivan logró sobrevivir. Frank, Joseph y Matt murieron instantáneamente en las explosiones de los ataques, Albert murió ahogado al día siguiente y George falleció a los cuatro o cinco días del suceso.

Por motivos de seguridad la Armada no había hecho público el naufragio del USS Juneau, razón por la cual los padres de los Sullivan empezaron a preocuparse al no recibir las cartas que religiosamente les escribían cada semana sus hijos. Fueron notificados dos meses después, el 12 de enero de 1943. Esa mañana el padre, Tom, se alistaba para salir al trabajo cuando vio que a su puerta se acercaban tres hombres uniformados. Luego de abrirles la puerta recibió la fatal noticia:
- Le tenemos noticias de sus muchachos
- ¿Qué noticias? preguntó nervioso Thomas
- Lo sentimos mucho, los cinco murieron en el frente de batalla

El presidente Franklin Roosevelt envió a los padres una carta personal donde les daba el pésame y les agradecía por el sacrificio de sus hijos, y hasta el mismo Papa Pío XII les envió una medalla de plata junto a un rosario y una nota de condolencia.

En febrero de 1943 la armada de los Estados Unidos cambió el nombre de uno de sus más grandes buques destructores y lo rebautizó como USS The Sullivans, del cual su madre y hermana fueron madrinas. Este buque estuvo principalmente activo en la Guerra de Corea.

USS The Sullivans
A raíz de la muerte de los hermanos Sullivan el ejército de los Estados Unidos creó y adoptó la política del "único sobreviviente" que estaba diseñada para proteger a los miembros de una misma familia que ya hayan perdido algún familiar en la guerra. En caso de haber dos o más hermanos en el frente de batalla, ya no podrían estar juntos o en el mismo destacamento para evitar un suceso similar al de los Sullivan y si alguno de ellos caía en batalla, él o los sobrevivientes tenían el derecho de regresar a casa. Esta ley también protege a los hijos únicos. Hoy en día, el Museo de Veteranos de Iowa y la Escuela de Defensa de los Estados Unidos en Japón, llevan su nombre en su honor.



Aunque no hubo cuerpos para enterrar, en el Cementerio de Arlington hay cinco lápidas con sus nombres y la leyenda: "Brothers in Arms".

Quería contarles otra anécdota. A mi madre siempre le ha gustado el tango y recuerdo que cuando era pequeño había una canción que me impactó mucho porque era demasiado triste. Se llama "Silencio en la noche" y es del gran Carlos Gardel. Cuando me enteré de la historia de los hermanos Sullivan, se me vino inmediatamente a la cabeza este tema. Si alguien quiere ver la letra puede hacerlo aquí.

Fuentes e imágenes:
Arlington, WWII, Wikipedia, SGM

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viernes, julio 02, 2010

Ota Benga y "La Casa de los monos"

Son conocidas las atrocidades que se cometieron en el Estado Libre del Congo durante el período que fue reconocido como "propiedad privada" de Leopoldo II de Bélgica entre 1885 y 1908. El territorio fue objeto de una explotación sistemática e indiscriminada de sus recursos naturales (marfil y caucho), en la que se utilizó exclusivamente mano de obra nativa en condiciones de esclavitud. Para mantener su control sobre la población nativa, la administración colonial instauró un régimen de terror, en el que fueron frecuentes los asesinatos en masa y castigos en los que se mutilaban las extremidades. Muchos historiadores hablan de otro holocausto y se mencionan cifras que van desde los cinco hasta los diez millones de muertos.

Para huir de la esclavitud, muchas etnias y tribus se dispersaron en lo profundo del bosque ecuatorial. Ota Benga era miembro de una de esas tribus que se había escondido en las riberas del río Kasai y que habían logrado sobrevivir a las matanzas de Leopoldo II. Pero si por un lado había logrado escapar del tiránico régimen, de quien no pudo salvarse es de los traficantes de esclavos que lo vendieron a Samuel Phillips Verner, un empresario norteamericano que había encargado que le consigan pigmeos para exhibirlos en la Feria Mundial de St. Louis. De esta forma Ota Benga llegó a los Estados Unidos en 1904, junto a seis pigmeos más. En esta feria los pigmeos fueron expuestos en la sección de Antropología junto a otros grupos indígenas, y el propósito de esta exhibición era mostrar la evolución cultural y "la superioridad de los blancos" en comparación con estos pueblos tribales.

Samuel Phillips Verner en El Congo

Terminada la feria algunos meses después, el mismo Samuel Phillips Verner llevó de vuelta al Congo al grupo de pigmeos, pero Ota Benga se enteró que toda su familia y tribu habían sido aniquiladas, y sin más vínculos a su tierra, pidió a Samuel Phillips que lo lleve de regreso a Norteamérica.

Ota Benga

Ya de vuelta en los Estados Unidos, Verner es persuadido por el director del Museo Americano de Historia Natural, de que ceda a Ota Benga al Zoológico del Bronx donde ya le habían adecuado un lugar para que viva. En efecto, Ota fue trasladado al zoológico en 1906 donde a pesar de sus limitaciones en la comunicación a causa del lenguaje, tenía la libertad de caminar por todas las instalaciones e inclusive ayudaba en la alimentación de los animales. Luego al director del zoológico del Bronx, William Hornaday, se le ocurrió una forma de hacer dinero muy fácil a costa del muchacho. El zoológico inauguró una jaula a la que llamó "La Casa de los monos", donde el atractivo principal era Ota Benga que pasaba acostado en su hamaca, y adicionalmente con su arco y flechas les disparaba a ciertos objetivos como parte del show.

Ota Benga y el orangután "Dohoung"

El zoológico trataba de recrear un hábitat africano, para lo cual pusieron en la misma jaula a un orangután llamado Dohoung que había aprendido a imitar el comportamiento humano y sabía algunos trucos. Ota Benga al no tener otro compañero cercano, encontró refugio en aquel animal, del cual se llegó a encariñar y juntos se convirtieron en la atracción del zoo, aunque muchas veces el orangután era presentado como el genio de "la casa". De todas formas se habían convertido en un éxito comercial que en sus mejores momentos llegó a convocar hasta 40.000 visitantes diarios, los cuales al llegar a la jaula podían leer:

"Ota Benga". Pigmeo africano, 23 años de edad, altura 4’ 11’’ (1,49 m), peso 103 libras. Traído desde las riberas del río Kasai, Estado Libre del Congo por el Dr. Samuel Phillips Verner.

Los primeros en protestar enérgicamente fueron los miembros de la Iglesia Afro-Americana Baptista argumentando que la exhibición era humillante y racista: “Nuestra raza, creemos, está lo suficientemente deprimida, sin necesidad de exhibir a uno de los nuestros con los simios” dijo el clérigo James H. Gordon. Debido a la creciente ola de protestas el zoológico tuvo que sacar a Ota Benga de la exhibición.


A finales de 1906, Ota fue entregado en custodia al clérigo Gordon quien lo colocó en un orfanato de Brooklyn, del cual en 1910 lo transfirieron para Virginia. En Virginia le repararon los dientes que los tenía limados en forma puntiaguda desde que llegó del Congo y ya poco quedaba de aquel nativo africano porque gradualmente había ido asimilando las costumbres del estilo de vida americano. Incluso fue matriculado en el colegio al cual no le gustaba asistir porque prefería pasar con su arco y flecha en los árboles cercanos al pueblo. Al poco tiempo abandonó los estudios y consiguió trabajo en una fábrica local de tabaco, donde a pesar de su pequeña estatura era un eficiente y ágil empleado que trepaba poleas sin problemas y era capaz de cargar grandes sacos de tabaco sin ayuda. Sus amigos y compañeros empezaron a llamarlo "Bingo".

El 20 de marzo de 1910, a la edad de 32 años, Ota Benga celebró un extraño ritual en un bosque cercano. Se arrancó las coronas que le habían implantado en los dientes, prendió fuego y bailó alrededor de él, para luego dispararse en el corazón con una pistola que había robado. En su certificado de defunción su nombre fue escrito como lo llegó a conocer la mayoría del pueblo, como Ota Bingo.
Phillips Verner Bradford, el nieto del hombre que lo trajo del África, escribió en 1992 el libro "Ota Benga, el Pigmeo en el Zoológico". Durante sus investigaciones descubrió que el Museo de Historia Natural aún conserva una máscara y un modelo de su cuerpo.

Fuentes e imágenes:
Cchronicle, Npr, Onehumanerace, Wikipedia

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