miércoles, septiembre 29, 2010

El día que no le vendieron cerveza a Jimi Hendrix

A pesar de ser estadounidense, Jimi Hendrix se consagró musicalmente primero en Europa, y Londres fue su catapulta al éxito, ya que ahí formó su primera banda profesional, la Jimi Hendrix Experience.

La Jimi Hendrix Experience

Era el año de 1967 y Hendrix llevaba viviendo en Inglaterra más de seis meses. Se había acoplado muy bien al estilo de vida londinense donde tenía buenos amigos como Paul McCartney y Noel Redding, el bajista de su grupo, con quienes solía salir a tomarse unas cervezas en los famosos pubs.

Cierta noche, Jimi y Noel se encontraban en Liverpool y decidieron salir de copas, por lo que se dirigieron hacia uno de los famosos pubs de esa ciudad.
La respuesta que recibieron por parte del camarero del bar inglés fue muy incómoda:
- “Lo siento amigos pero aquí no los podemos atender. Ya saben las normas del bar, disculpen.”

Jimi Hendrix prácticamente ya era una celebridad en Inglaterra, y en los bares de Londres lo recibían como a un miembro de la realeza, ya que Eric Clapton y Brian Jones, de los Rolling Stones, lo habían recibido en sus círculos sociales como uno más de ellos. Es más, la prensa inglesa se refería a Jimmy Hendrix, como el artista americano con mayor proyección, como “El Elvis negro”. Por eso y por muchas otras razones, parecía casi increíble que le estuvieran negando la entrada en aquel pub.


Lo primero que se le pasó por la cabeza a Jimi Hendrix, es que lo estaban discriminando por su color de piel, y como afroamericano, eso era algo que ya lo había vivido. Jimi sabía lo que era que le negaran una copa por motivos racistas. De hecho, el creció en Nashville, Tennessee, y alguna vez dispararon contra su casa por motivos racistas. Igualmente cuando empezaba a darse a conocer como músico, sufrió muchas humillaciones y desaires, por lo que este nuevo desplante le hizo evocar aquellas épocas negras de su infancia y juventud.
Pero aún así, Hendrix estaba muy extrañado, ya que en su poco tiempo en Inglaterra nunca había sentido discriminación racial, de hecho los para los británicos su acento americano y su color de piel más bien era una excentricidad y algo atractivo.

Para esa época a Jimi Hendrix y a su bajista Noel Redding les gustaba vestir de manera muy extravagante. Ese mismo día, Jimmy vestía una chaqueta militar antigua, una reliquia de la época del Imperio Británico, que había comprado hace poco en un mercadillo londinense, pero dicho sea de paso, era bastante llamativa. Era tan larga como un abrigo completo y tenía 73 botones dorados para abrocharla, sin contar que en las mangas y en el centro destacaban unos complicados bordados dorados.

Hendrix y su chaqueta militar inglesa

Esta chaqueta le había causado ciertos problemas en la calle, ya que los veteranos militares ingleses le habían manifestado su rechazo a que luciera dicha prenda, más aún cuando se enteraban que era americano y para colmo un astro del rock. Sin embargo, cualquier conflicto se resolvía enseguida, cuando el siempre cortés Jimi se disculpaba y les contaba que había hecho el servicio militar en la División Aerotransportada 101 del ejército estadounidense. Esas palabras eran suficientes para que los veteranos se callaran y le sonrieran dándole las gracias, ya que todos los británicos recordaban que en el famoso “Día D” del Desembarco de Normandía, la legendaria División 101 llenó el cielo con sus paracaidistas, en lo que sería el inicio de la derrota de Hitler.

Volviendo al incidente del bar londinense, Jimi Hendrix pensó en identificarse como nuevo astro del rock ante aquel impertinente camarero, pero no lo hizo porque ya se le estaba agotando la paciencia, algo muy común en él. Lo único que le dijo fue: “¿No puedo entrar al Pub porque soy negro, verdad?”. El asustado cantinero le respondió enseguida: “¡No, por el amor de Dios! ¿No leyeron el letrero que está en la entrada?”

Aunque quedaba descartado el prejuicio racial, Jimi y Noel se miraron el uno al otro sorprendidos y se echaron a reír, ya que no tenían idea de lo que se trataba. Enseguida Noel salió a la calle para ver qué había en la puerta, y a leer el letrero le dio tal ataque de risa que acabó cayéndose al suelo. En él decía: “Prohibida la entrada a los payasos del circo”.
Cuando volvió a entrar y le contó esto a Hendrix, ambos soltaron una sonora carcajada.

Luego de las consiguientes explicaciones, el camarero les explicó que hace poco habían puesto un circo al final de la calle y que le estaba afectando al negocio, pero que aún así no podía darse el lujo de atender a ninguno de los payasos vestidos como tal, ya que enseguida se le llenaría el local de disfrazados, y que ésa no era la manera de manejar un pub inglés.

Esta fue una de las anécdotas que recordaron por años y con la que bromeaban durante todas las giras; que los echaron de un pub porque con su vestimenta creyeron que eran unos payasos.


Esa primavera Hendrix logró posicionarse como estrella del rock en toda Gran Bretaña. Dos meses después lució la misma chaqueta militar en el “Monterey Pop Festival”, actuación que lo consagró en su país, y después de la cual, llegó a ser la estrella más grande del mundo del rock.

Fuentes y referencias:
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La curiosa anécdota también pueden encontrarla en este libro online: Jimi Hendrix: la biografía, páginas 17 hasta la 22.

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domingo, septiembre 26, 2010

Fordlandia, la utopía de Henry Ford

A inicios del siglo pasado, la producción de caucho estaba monopolizada por los ingleses y holandeses, que aprovechando la escasez de éste en América, lo distribuían al precio que querían. El magnate de los automóviles, Henry Ford, necesitaba millones de neumáticos para sus coches, por lo que él era el más perjudicado por los arbitrarios precios de los distribuidores de caucho. Harto de pagar sobreprecios, Ford decidió empezar a producirlo, y para esto se le ocurrió una faraónica idea: crearía en América la mayor planta de producción de caucho del planeta.

Puso su proyecto en marcha y en 1929 contrató a un brasileño de apellido Villares, nativo del Amazonas, quien se encargaría de estudiar el lugar más apropiado para establecer la fábrica. Brasil parecía ser la opción ideal, tomando en cuenta que ya se producía incipientemente caucho en la selva amazónica, y las cosechas podrían ser enviadas a las fábricas de neumáticos en los Estados Unidos por el Atlántico.

Primeros obreros que ayudaron en la remoción de tierras

Siguiendo los consejos de Villares, Henry Ford compró 25.000 km² de terreno en medio de la selva brasileña, a orillas del río Amazonas. Desde los Estados Unidos salió una flota de barcos llevando maquinaria pesada para la remoción de tierras, tractores, excavadoras, casas prefabricadas y todo lo necesario para armar una fábrica de hielo y hasta una locomotora con sus respectivas rieles. Cientos de trabajadores arrasaron en poco tiempo la vegetación y comenzaron a construir Fordlandia en el corazón de la selva.

Las primeras vías de acceso

La idea de Ford era convertir a su nuevo proyecto en unos EE. UU. en miniatura, por lo que este pequeño oasis también contaría con su respectivo campo de golf, iglesia, planta de energía eléctrica, un moderno hospital, una biblioteca, un hotel, y el diseño sería cuidadosamente trabajado con unas bonitas casas de madera tipo americano con sus respectivos jardines y con sus calles y aceras bien delineadas.

En poco tiempo su utopía se hizo realidad, la pequeña ciudadela se fue poblando y de a poco llegaron a instalarse todo tipo de negocios complementarios como sastrerías, tiendas y panaderías. Se había erigido una próspera comunidad y en sus calles perfectamente pavimentadas podían verse circulando algunos autos modelo Ford-T.

Zona residencial de Fordlandia

Henry Ford no quiso contratar botánicos especialistas para sembrar el caucho en sus nuevas plantaciones, únicamente decidió confiar en la capacidad de los ingenieros de su empresa, quienes al no tener un conocimiento profundo del tema, hicieron lo que les pareció correcto y sembraron aproximadamente 500 árboles por km², cuando lo ideal era sembrar solo 20 unidades en esa cantidad de terreno. Mientras tanto, Fordlandia seguía atrayendo trabajadores de todas partes del país ya que se pagaba 37 centavos de dólar por día, y eso era el doble de lo que se ganaba en aquel entonces en Brasil.

Pero el magnate de los automóviles no se contentó con crear una ciudad parecida a las de los Estados Unidos, sino que también quiso imponer ahí el estilo de vida americano y saludable. Para empezar obligó a los nativos a utilizar zapatos, y los restaurantes cafeterías de la población sólo vendían comida basada en la dieta americana tipo hamburguesas, papas fritas, batidos etc.

Casas tipo americano en medio de la selva brasileña

Los trabajadores a los que se les había dado casas tipo americano, se quejaban de que éstas tuvieran ventanas de vidrio ya que no permitían el flujo de aire necesario en ese clima tan húmedo y caluroso. También estaban obligados a asistir a la Iglesia y a ciertas actividades “típicamente americanas” que se organizaban los fines de semana, tales como lectura de poesía, clases de baile o clases de inglés.

Pista de baile con pantalla de cine para la diversión dominical en Fordlandia

Otro de los errores cruciales de Henry Ford fue tratar de imponer su exagerado puritanismo y prohibió estrictamente el alcohol en su ciudad, incluso estaba prohibido ingerirlo dentro de las viviendas so pena de despido. Por supuesto, esto dio pie para que ingeniosos comerciantes establecieran negocios de mala reputación como cantinas y burdeles en las afueras de Fordlandia, donde los trabajadores podían gastar su generoso salario en aguardiente y mujeres.

De una u otra forma la pequeña ciudad avanzaba y su sociedad trataba de acostumbrarse, pero pronto tuvieron que enfrentar otro problema, los pequeños árboles de caucho no crecían. Sucede que cuando arrasaron toda la vegetación para construir la pequeña ciudad, también habían arrasado con la capa superior del suelo, dejando solamente terreno estéril y rocoso. Para rematar, a los pequeños y raquíticos árboles que no crecían, les había caído un hongo que de a poco les iba comiendo las hojas, y aunque los ejecutivos de la Ford trataron de erradicarlo por todo los medios, no tenían los suficientes conocimientos de horticultura ni botánica para remediarlo.

Los obreros y peones brasileños siempre han estado acostumbrados a trabajar desde antes del amanecer, y por la tarde, tras la puesta del sol, de esta forma evitan el calor del mediodía, pero fueron obligados a trabajar en el horario de cualquier fábrica americana, de 9:00 a 17:00 y soportar el calor y la humedad del mediodía.

Muelle de Fordlandia

En diciembre de 1930, tras un año de haber trabajado en horarios incómodos, soportando un desagradable “estilo de vida saludable” y hartos de varias indigestiones debido a esa extraña comida, se produjo un violento levantamiento de trabajadores en el comedor, donde empezaron a hacer bulla con las tazas y cubiertos, siguiendo con la destrucción de la vajilla. Los administradores norteamericanos estaban tan asustados que llegaron a refugiarse en los bosques, ya que algunos fueron perseguidos por trabajadores armados con machetes. Un grupo de los ejecutivos pudo llegar hasta los muelles, donde abordaron un barco que se encontraba ahí en ese momento y lo hicieron adentrarse en el río, fuera del alcance de los disturbios.
Se tuvo que pedir ayuda al ejército brasileño, el cual, debido a la localización de Fordlandia demoró tres días en llegar, cuando ya los manifestantes se habían calmado, aunque habían roto todos los cristales de las casas. Pese a esto, la pequeña ciudad siguió avanzando, y después de una purga de obreros las labores se reanudaron. Pero el problema de fondo subsistía, las plantas de caucho a pesar de los abonos y tratamientos, crecían muy poco.

En 1933 Henry Ford recién se animó a contratar a un experto botánico, quien luego de evaluar la situación, convenció al magnate de que el terreno no cumplía con las condiciones para que se dé una buena cosecha. La humedad y el terreno montañoso habían sido terribles para las plantas, pero excelente para las plagas. Además había un pequeño gran detalle del cual nadie se había percatado, el dueño anterior de esas tierras había sido el Sr. Villares, el mismo al que Henry Ford había contratado para elegir el sitio de la plantación, quien le pintó grandes expectativas del sitio, con tal de deshacerse de ese terreno inútil.


El obstinado Ford no se amilanó y compró en otro sitio de la selva tierras más planas y menos húmedas, que fueron mucho más adecuadas para sus plantaciones de caucho y hasta importó algunas especies asiáticas de dicho árbol. A este nuevo sitio lo llamó Belterra, y aunque el proyecto volvía a empezar desde cero, parecía más prometedor que el anterior. El proceso fue lento, y la plantación se demoró 10 años en dar sus primeros frutos, produjo 750 t de látex en 1942, mucho menos que las expectativas iniciales que eran de 38.000 t.

Después de todo lo que se había invertido, y ahora que por primera vez sus tierras empezaban a producir, los científicos acababan de desarrollar el caucho sintético y a un valor mucho más bajo que el vegetal. Esta fue la razón para que en 1945, Henry Ford se retire del negocio del caucho, habiendo perdido más de US$ 20 millones de dólares. En un escueto comunicado de prensa, la Ford Motor Company anunciaba así el abandono de sus operaciones en Brasil:

"Nuestra experiencia en la Segunda Guerra Mundial, nos ha enseñado que el caucho sintético es muy superior al caucho natural para algunos de nuestros productos."

La empresa Ford vendió esas tierras al gobierno brasileño por la suma de US$ 250.000, un precio simbólico considerando todo lo que se había invertido, y que además no se llevaron nada. En esta galería de fotos pueden ver el estado de conservación actual del lugar.

Aunque parezca increíble, Henry Ford nunca puso un pie en Belterra ni en Forlandia.


Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6

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miércoles, septiembre 22, 2010

Lobotomía por accidente

Phineas Gage fue un obrero de vías ferroviarias que se hizo famoso, pero esa fama no se debió a su trabajo, sino a un inusual accidente que lo colocó para siempre en la historia de la medicina moderna, especialmente en la Neurología.

Phineas Gage

Corría el año de 1848, Phineas tenía 25 años, y estaba satisfecho con su trabajo de capataz de la construcción de rieles del ferrocarril de Vermont. Una de sus funciones era la de colocar cargas explosivas en los agujeros taladrados en la roca. Rellenaba el agujero de pólvora, colocaba un detonador, y finalmente lo tapaba con arena, la cual tenía que aplastar y compactar con una pesada barra de metal. El 13 de septiembre, Phineas se encontraba haciendo su trabajo, pero en un descuido se olvidó de tapar con arena en el agujero y empezó a presionar con la barra, que al contacto con la piedra generó una chispa que provocó la explosión de la carga. La fuerza de la explosión lo hizo volar 30 m por los aires, y cuando sus compañeros fueron a rescatarlo se quedaron horrorizados. La barra de hierro que utilizaba para presionar la arena le había atravesado el cráneo, entrando por la mejilla izquierda y saliendo por la parte superior derecha, atravesando el cortex cerebral. La barra que medía 109 cm y pesaba alrededor de 6 kilos, fue recuperada pocos metros más allá llena de sangre y trozos de cerebro.

Lo increíble del caso es que Phineas no murió al instante, ni siquiera estaba inconsciente, de hecho hasta hablaba y no mostraba señales de incoherencia. Enseguida los subieron a una carreta y lo llevaron hacia donde el médico del pueblo, el doctor John Martin Harlow, quien totalmente asombrado le prestó los primeros auxilios, limpió como mejor pudo los orificios de entrada y salida, y al poco tiempo lo dio de alta.

Dibujo reconstructivo de la forma en que penetró la barra de hierro en la cabeza de Gage e imagen real de su cráneo en exhibición en la Universidad de Harvard

A consecuencia de la lesión se afectaron los nervios ópticos y motrices de su ojo izquierdo, Según los expertos, si una barra de semejante tamaño atraviesa el cráneo lesionaría los lóbulos frontales y las estructuras vasculares vitales como el Seno sagital. Al parecer la barra pasó por debajo, y aunque le lesionó el lóbulo delantero, no acabó con la vida de Phineas. La lesión no lo mató, pero si modificó su personalidad.

Meses después Phineas volvió a su antiguo trabajo de capataz, pero algo en él había cambiado. Antes del accidente era un empleado muy eficiente, amable y cordial. Ahora se había transformado en un hombre intolerante, grosero e irascible. Tan drástico fue su cambio conductual, que los contratistas dejaron de emplearlo y tuvo que buscar otro trabajo. Logró conseguir un empleo como conductor, pero lo perdió por la misma razón.

Mientras tanto, el médico que lo había atendido desde el principio, el doctor John Harlow, reportó el caso de Phineas Gage en el Boston Medical and Surgical Journal, pero la noticia fue tomada con escepticismo por sus colegas, debido a que nadie creía que alguien pudiera sobrevivir a tales heridas.
El doctor Harlow pronto se dio cuenta del cambio de personalidad que había sufrido Phineas, y empezó a hacerle un seguimiento más detallado, que fue parte de un estudio que lo publicó recién en 1868, 20 años después del accidente. En este estudio concluía que el daño que Phineas sufrió la corteza frontal del cerebro, le produjo una pérdida total de las inhibiciones, es decir, la barra metálica le había practicado accidentalmente una “lobotomía”, y que esa era la razón de su posterior comportamiento inadecuado.

Sus jefes, quienes lo consideraban el trabajador más eficiente y capaz antes de accidente, dijeron que los cambios que había sufrido eran tan marcados que no le darían nuevamente su antiguo trabajo. Era inestable e irreverente, dado a la más grosera conducta, profano, manifestaba escaso respeto por sus iguales, impaciente y dado a no escuchar consejos cuando algo se oponía a sus deseos. También se mostraba pertinaz y obstinado, caprichoso y vacilante, embebido en muchos planes para el futuro, incapaz de continuar una tarea demasiado larga. De esta manera, todos los que lo conocían dijeron que él “ya no era Gage”.

Desde esa fecha hasta hoy, el caso de Phineas Gage y su cambio de personalidad, ha sido motivo de debate entre los neurólogos. De todas formas, el daño cerebral que este hombre sufrió, sólo puede deducirse en base a las heridas del cráneo, ya que nunca a nadie se le ocurrió hacerle una autopsia luego de su muerte.

A propósito, Phineas Gage murió en 1860, 12 años después de su accidente, luego de varias complicaciones provocadas por ataques epilépticos, secuela de su daño cerebral. En 1867, su cuerpo fue exhumado y su cuñado se quedó con el cráneo y la barra de hierro que lo hirió, y se los obsequió al Dr. Harlow. Actualmente ambas piezas se exhiben en el Museo de Medicina de Harvard.


El caso de Phineas Gage hizo importantes contribuciones a la neurología moderna, ya que confirmó que el daño a la corteza prefrontal puede ocasionar cambios de personalidad mientras que el resto de funciones cerebrales permanecen intactas. También aportó evidencia de que la corteza frontal se encarga de determinar nuestra personalidad. Hoy, el rol de la corteza frontal en la cognición y el comportamiento social está bien estudiado y es algo que ya no se pone en duda.

El trayecto de la barra visto desde diferentes ángulos

Basándose en este caso, en 1890 un científico alemán descubrió que sus feroces perros se volvieron mansos y tranquilos luego de que su lóbulo temporal fuera extirpado. Luego, con similares experimentos, el neurólogo Egas Moniz inventó la Lobotomía en 1935 en un hospital de Lisboa.
La lobotomía era un procedimiento quirúrgico crudo y traumático, con el que se quitaba o destruía parte de la corteza frontal del cerebro para que no exista conexión con el resto de la masa encefálica.

Dr. Walter Freeman realizando una lobotomía

Fue usada a mediados del siglo pasado para tratar la depresión, la esquizofrenia, la homosexualidad (por aquel entonces considerada una enfermedad), la ansiedad, el comunismo (sí, han leído bien), el suicidio y todo síntoma mental o forma de pensar que no siguiera los estándares de la época. Se calcula que fueron lobotomizados alrededor de 50.000 pacientes, a quienes después, ni siquiera se les hizo un seguimiento.
Pero no todas estas intervenciones tenían el resultado esperado, aproximadamente el 50% de pacientes no sobrevivía a la intervención, o corría el riesgo de quedar en estado vegetativo, como de hecho le sucedió a Rosemary Kennedy, hermana del fallecido JFK.

Actualmente la lobotomía como tratamiento está considerada una aberración, de hecho, la última fue practicada en 1967. ¿Pueden creer que al inventor de esta barbaridad -Egas Moniz- le dieron el Premio Nobel de Medicina en 1949?
Afortunadamente ahora existen fármacos para tratar los trastornos de personalidad.
Aquí pueden ver un impactante documental acerca del Dr. Walter Freeman y sus lobotomías en serie.

Fuentes y referencias:
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sábado, septiembre 18, 2010

Señor, ¿me vende su esposa?

En la Inglaterra del siglo XVII, si alguien quería divorciarse debía hacer una petición al Parlamento, lo cual implicaba un trámite muy largo y costoso que sólo se lo podían permitir los ricos y potentados, por esa razón, cuando un matrimonio fracasaba, se acostumbraba por mutuo acuerdo a vender a la cónyuge.

Vender la esposa, que empezó siendo un “ritual popular”, pasó a convertirse en una costumbre mediante la cual, un hombre entregaba a su mujer mediante un título a otro hombre, generalmente a cambio de dinero. Esta práctica se volvió común en las clases más humildes de Inglaterra.

Grabado del Siglo XVIII representando una "subasta"

Se le ponía a la mujer un ronzal o cabestro alrededor del cuello, brazos o pecho, y el marido podía subastarla públicamente, vendiéndola al mejor postor. Y aunque pareciera un ritual desagradable y humillante, se sabe ahora que la mayoría de esposas en venta estaba ahí voluntariamente.

Selling a Wife (1812–1814), de Thomas Rowlandson

Muchas veces las ventas se anunciaban con anticipación y hasta con anuncios en el periódico local. La transacción en sí, se llevaba a cabo en la plaza o mercado del pueblo a manera de subasta. Muy a menudo se daban casos de arreglos previos con alguien a quien le gustaba la mujer, y entonces la venta se convertía en un acto simbólico y de segundas nupcias. Luego, por tradición, el marido utilizaba el dinero de la venta para invitar bebidas a todos en la posada del pueblo, incluyendo a su ex esposa y su nuevo esposo.

Aunque esta transacción no tenía ninguna base legal, los jueces y magistrados de la época no creían tener la autoridad suficiente para evitarla, es más, hubo organizaciones estatales que alentaban a los maridos pobres a vender sus esposas, para así evitar que las mantengan las casas de beneficencia públicas.


En el siglo XVII, ingleses de todos los estratos llegaron a América con sus costumbres arraigadas, entre ellas ésta, y la creencia de que era válida para poner fin a un matrimonio, por ejemplo en 1645 la Corte de Connecticut informó del caso de Baggett Egleston, quien recibió una multa de 20 chelines por intentar vender su esposa a un aldeano. El Boston Evening Post informó el 15 de marzo de 1736, sobre una discusión entre dos hombres y una mujer; cada uno la reclamaba como suya, aunque uno de ellos la había vendido al otro por 15 chelines. El comprador, al parecer, no había pagado la totalidad y el vendedor exigía que se la devuelva, asunto que fue resuelto gracias al aporte de dos generosos transeúntes, que pagaron el saldo al primer marido, quien de inmediato “se despidió de su ex esposa, deseándole lo mejor”.

Increíblemente estas prácticas persistieron en Inglaterra hasta comienzos del siglo XX. Según el historiador James Bryce, él mismo fue testigo de algunas ventas ocasionales hasta 1902. En 1913, una mujer declaró ante un juez de Londres, que había sido vendida a un compañero de trabajo de su marido por una libra £, siendo éste el último caso conocido de esta práctica en Inglaterra.

Fuentes y referencias:
1, 2, 3

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miércoles, septiembre 15, 2010

Los tres hermanos que huyeron de Alemania Oriental


Esta es la historia de tres hermanos alemanes que nacieron en Berlín del Este, cercados por el tristemente célebre Muro de la vergüenza, y que lograron escapar del régimen comunista burlando todas sus seguridades. Fueron tres fugas diferentes, puesto que lo hicieron individualmente, pero cada una fue más espectacular que la anterior. Aquí un breve resumen.

Los tres hermanos Bethke eran hijos de una pareja de altos funcionarios de la Alemania Oiental, que crecieron bajo las enseñanzas y principios de sus padres que pertenecían al Partido Comunista, pero se sentían prisioneros del régimen, tanto, que soñaban con escapar algún día hacia la libertad y poder conocer el mundo.

Ingo, Holger y Egbert junto a sus padres

El mayor se llamaba Ingo y había hecho su servicio militar en un destacamento de la frontera a lo largo del Río Elba al norte de Berlín. Llegó a conocer bastante bien la zona y se dio cuenta que había ciertos lugares que no contaban con el resguardo necesario y por los que había una posibilidad remota de escapar. La noche del 22 de mayo de 1975 se dirigió a un punto alejado de su ex destacamento y cortó los alambres de púas. Luego atravesó un campo minado utilizando un largo palo para detectar por dónde podía pisar sin peligro, y por último infló un colchón de aire en las orillas del río Elba para cruzarlo nadando sigilosamente para no ser visto por las lanchas patrulleras. Había logrado llegar a la Alemania Occidental.

La fuga de Ingo trajo repercusiones para la familia y sus padres perdieron el empleo. Su hermano menor, Holger, era vigilado constantemente por el régimen porque sospechaban que también podía fugarse, y de hecho lo hizo.

Holger logró escapar ocho años después, el 31 de marzo de 1983, utilizando un cable de acero y poleas de madera. El plan de Holger fue mucho más elaborado y complicado, ya que con un amigo ingresó a un edificio cercano a la frontera, haciéndose pasar por electricistas. Llevaba cientos de metros de cable de acero. Subió al ático de la vivienda en el quinto piso y esperó 13 horas para dar inicio a su plan en la madrugada. Durante este tiempo lloró en silencio recordando a su hermano menor Egbert que era muy pequeño e inexperto para acompañarlo y que era el único que sabía de su plan.


Amarró el cable en la chimenea del edificio, luego disparó una flecha sujeta al cable hacia el otro lado de la ciudad, sobre el muro, donde previamente le esperaba su hermano. Y si, es verdad que suena como argumento de película de Hollywood, pero en la realidad no fue tan fácil para Holger, ya que recién al tercer intento pudo atinar al sitio exacto donde debía llegar la flecha. En este punto cabe destacar que había estado entrenándose con el arco y flecha durante cinco años en un campo cercano a Berlín oriental. De hecho las últimas dos semanas había estado ensayando en un parque, deslizándose desde un cable de acero enlazado a su coche desde un árbol. Cuando le preguntaron que hacía, él respondía que estaba practicando rutinas para un circo.


Después de dos fracasos, Holger logró disparar la tercera flecha correctamente hasta donde se encontraba su hermano Ingo, en una casa en el distrito de Neukoelln, en Berlín occidental. Tardó casi una hora para encontrar la flecha que se había quedado atrapada en un arbusto. Cuando le encontró, Ingo aseguró el cable al parachoques de su auto y dio marcha atrás hasta tensarlo. El cable extendido en su totalidad alcanzaba unos 200 m de infarto, ya que cruzaba justamente sobre aquella parte de la frontera conocida como “la franja de la muerte”, que además era muy iluminada porque cada diez metros había potentes reflectores para iluminar la llamada “zona de exclusión”.


Mientras Holger cruzaba con el cable alrededor de su pecho y sujetándose a la polea, rezaba para que a ningún guardia fronterizo se le ocurra levantar la mirada, ya que seguro le dispararían sin hacer preguntas.


Después de varios segundos de angustia y tensión, por fin logró llegar al otro extremo donde su hermano lo recibió con un abrazo. Ya estaban los dos hermanos reunidos, ahora solo faltaba el menor.

Holger (izq.) disfrutando de la libertad junto a su hermano Ingo

Ingo y Holger se fueron a vivir a la ciudad de Colonia, donde abrieron un pequeño bar en el que les iba muy bien, pero no todo era perfecto, ya que sólo vivían pensando en cómo sacar a su hermano Egbert de la Cortina de Hierro.

Para 1984, Egbert ya había rechazado una oferta de las autoridades de Alemania del Este para salir legalmente del país, y lo hizo sólo porque su novia le había amenazado con suicidarse si él se marchaba. Pero con el tiempo se dio cuenta que quería ser libre, añoraba reunirse con sus hermanos, y al igual que ellos, su fuga tenía que ser algo espectacular.

Los dos hermanos que escaparon, decidieron tomar clases de vuelo en unos aviones ultraligeros soviéticos, era algo que se se había convertido en un hobby en Alemania Occidental. Cuando estuvieron seguros de que podían pilotearlos sin problemas, vendieron el bar y compraron dos de esas pequeñas aeronaves.
Estos artefactos carecían de protección para los tripulantes: eran sólo una ligera estructura de aluminio con dos asientos juntos, unas ruedas diminutas y el motor. Se podían desarmar y transportar en un remolque.

En mayo de 1989, luego de cuatro años de preparativos, Ingo y Holger fueron hasta Berlín Occidental y desde allí le hicieron llegar un mensaje en clave a Egbert. Era la señal para que estuviera listo.

El primer intento de rescate fue el 11 de mayo de 1989, pero fracasó debido al mal tiempo. Dos semanas después lo intentaron nuevamente, y para confundir a los guardias fronterizos, pintaron estrellas soviéticas en las alas de sus aviones. También se vistieron con uniformes militares y usaron cascos con micrófonos para comunicarse entre sí.



Encendieron sus aviones a las 4 a.m. del 26 de mayo de 1989, mientras tanto, su hermano Egbert los esperaba escondido entre los arbustos en el Parque Treptower en Berlín Oriental, preocupado porque el motor de las avionetas pudiera alertar a los vecinos, y que éstos llamen a los soldados. En eso, vio que su hermano Ingo aterrizaba con su avioneta y corrió hacia él, saltó dentro del avión y despegaron nuevamente. Ingo volvía a ver a su hermano Egbert luego de 14 años.
Holger se había quedado en el aire sobrevolando en círculos y pendiente de cualquier emergencia. Ambos aviones tomaron rumbo hacia el norte y cinco minutos después, ya podían divisar la silueta del Edificio del Reichstag en el lado oeste de la ciudad.

Imágenes de filmación real lograda con una cámara que adaptaron a una de las aeronaves


Cruzando sobre el Muro de Berlin

Aterrizaron en el extenso prado que había justamente al frente del Parlamento alemán. Habían sobrevolado de ida y vuelta el Muro de Berlín, a 150 m de altura y nadie se había dado cuenta.
Aquí pueden ver algo de lo que publicó la prensa alemana algunos días después.

Seis meses después del escape en las avionetas, el 9 de noviembre de 1989 caía el Muro de Berlín, se derrumbaba aquel símbolo de autoritarismo que separó a familias enteras, en el que murieron padres, hijos y hermanos, tratando de cruzar hacia la libertad. Oficialmente se estima que 133 personas murieron intentando cruzarlo, aunque es un secreto a voces de que fueron más, muchos más.

Fuentes y referencias:
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Algunas de las imágenes que este post son fotogramas del documental Das dreiste Flucht, de la cadena DW. Pueden verlo en estos enlaces, lastimosamente sólo están en alemán.

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sábado, septiembre 11, 2010

Desde una terraza, nació el mito

Heloísa era la hija de un estricto general del ejército y de una mujer ultraconservadora, allá en el Brasil de los años 60. Era una bella muchacha de apenas 15 años y 1.69 cm de estatura.


Cierto día pasaba caminando frente al "Bar Veloso" rumbo a la playa de Ipanema y dejó atragantados con su whisky a los cuarentones Vinicius de Moraes y Tom Jobim, que todas las tardes bebían religiosamente su escocés mientras hablaban de música y poesía en la terraza de ese local.

Bar Veloso
Fue Tom quien vio primero a la muchacha alta y bronceada de cabello oscuro, ojos verdes y bien repartidas curvas que ondulaban mientras caminaba hacia la playa. Enseguida fue a contarle del hallazgo a su amigo Vinicius, quien no pensó que la chica fuera para tanto; entonces lo desafió a comprobarlo con sus propios ojos.
Ambos se asomaron nuevamente al balcón, y desconcertados por su belleza brindaron con otro whisky a nombre de esa garota, a quien esperaron verla al día siguiente y no apareció, pero volvieron a tomarse un “seco y volteado” en su honor al tercer día en que la infartante chica volvió a pasar frente al bar.

Heloísa Menezes
-"¿Te diste cuenta que cuando ella pasa, el aire se hace más volátil? Ni los egipcios ni Einstein podrían explicarlo", le dijo casi en éxtasis Vinicius a su socio musical, según coinciden varias biografías del célebre poeta brasileño.

Así, entre esas conversaciones de bar de dos bohemios compositores, nacería la canción que con el tiempo se convirtió en la tarjeta de presentación de la bossa nova ante el mundo: "Garota de Ipanema".


Las fotos del álbum familiar muestran a la quinceañera Heloísa Eneida Menezes Paes Pinto como una adolescente pudorosa e insegura. Años después confesaría que, yendo en bikini a la playa o en uniforme al colegio, los piropos y silbidos que recibía de este par de señores le subieron la autoestima, ya que entonces se sentía flaca y fea.
Tres años después, cuando "Garota de Ipanema" ya iba siendo el himno de la bossa nova y muchas jóvenes cariocas con hambre de fama se adjudicaban el haber inspirado a los autores, Vinicius reveló en la Revista Manchete que la musa había sido Heloísa.

“Su nombre es Heloísa Eneida Menezes Paes Pinto, pero todos la llaman Helô. Desde hace tres años la veíamos, allí en la intersección de Montenegro con Prudente de Morais, y nos extasiaba verla pasar caminando hacia la playa. La veíamos desde la terraza del bar Veloso mientras nos tomabamos un whisky. Tom y yo sólo enmudecíamos ante su maravillosa presencia.
La canción fue hecha para ella, que nos tenía encantados. Luego el tema hizo de nuestra querida Ipanema una palabra mágica para los turistas”


Tom Jobim y Vinicius
Casi 20 años después, luego de una noche de copas, Toquinho, otro célebre músico carioca y compañero de bohemia, encontró a Vinicius sin vida en la bañera de su casa en Ipanema, en la que el poeta creaba sus canciones y recibía a sus amigos. Y a pesar de que murió en 1980, con  esta preciosa canción logró inmortalizar sus playas, a su garota, y al estilo de vida carioca frente al mar.


Olha que coisa mais linda
Mais cheia de graça
É ela menina
Que vem e que passa
Num doce balanço
Caminho do mar

Fuentes y referencias:
1, 2, 3

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miércoles, septiembre 08, 2010

El día a día en Auschwitz

Luego de la liberación de Auschwitz en 1945, algunos ex prisioneros recrearon artísticamente escenas que vivieron en ese campo de concentración. En 1979, el archivo del Museo de Auschwitz seleccionó algunas de ellas y las envió con el fotógrafo Alan Jacobs.

Después de años de trabajo contactando a los autores originales, Jacobs regresó a los campamentos en 1996 para encontrar y fotografiar el sitio exacto de las escenas representadas en las obras de arte. Esta exposición contrasta fotografías contemporáneas de los campos de Auschwitz y Birkenau, con imágenes de cómo eran en 1940-45 o al menos cómo las recordaban los artistas sobrevivientes. Gran parte de las pinturas fueron hechas poco después de la liberación. Estas obras son el único registro visual de cómo se vivía el día a día en aquellos campos de concentración.

Pluma y tinta: Koscielniak Mieczyslaw





Acuarela: Wladyslaw Siwek





Acuarela: Wladyslaw Siwek



Todos los dibujos contrastados con las fotografías, los pueden ver a manera de un tour virtual en esta dirección: "Then and Now".

Referencias: 1, 2

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viernes, septiembre 03, 2010

El día que el Mossad le robó un avión a Irak

Desde que derrocaron al rey Faysal II de Irak (en 1958) hasta la caída de Sadam Hussein, este país estuvo gobernado por dictadores militares belicistas que profesaban un odio visceral hacia el nuevo Estado de Israel. En 1966 Irak estaba gobernado por Abdul Rahman Arif, quien siempre tuvo entre sus planes "desaparecer del mapa" al estado sionista:

"La existencia de Israel es un error que debemos corregir. Esta es nuestra oportunidad para acabar con esa vergüenza que ha estado con nosotros desde 1948. Nuestro objetivo es claro: borrar a Israel del mapa "

Irak se preparó para enfrentar a Israel comprando armamento soviético, y en este se incluía una flota de MiG-21. Estas naves eran la joya de la tecnología militar soviética y sólamente eran vendidos a países alineados con su régimen, por lo que su avanzada tecnología era un misterio para los países del bloque occidental. En 1966 una aeronave de éstas, perteneciente al ejército de Irak fue robada por el servicio secreto israelí, el Mossad. Aquí la historia.

Cierto día de 1964, un hombre llamado "Salman" entró a la embajada israelí en París con una propuesta asombrosa. Por un millón de dólares en efectivo ofrecía venderles uno de los aviones de combate más secretos del mundo, un MiG-21 ruso que pertenecía al ejército iraquí, el gran rival de Israel. La única condición que Salman pedía, es que para cerrar el trato, debería ir un agente israelita a Irak y contactarse con un tal Joseph para concretar el negocio, es decir, ir a la boca del lobo.

Meir Amit, cuando era jefe del Mossad

Enseguida la embajada se comunicó con Meir Amit, director del Mossad, para informarle de esta extraña propuesta y pedirle su opinión. Durante días Meir Amit sopesó y consideró la oferta. El tal Salman podía ser un farsante o un loco, o incluso formar parte de un complot iraquí para atrapar a un agente del Mossad. Existía un riesgo real, pero la posibilidad de echar mano a un MiG-21 era irresistible.

MiG-21

La autonomía de vuelo de la nave, velocidad y armamento, lo habían convertido en el principal avión de combate del mundo árabe. La Fuerza Aérea Israelí hubiese pagado gustosa varios millones sólo por echar un vistazo a sus planos, y no digamos por el avión mismo.

Durante dos meses Meir Amit no hacía más que pensar en ello. Era demasiado tentador como para ser real, pero el Mossad no podía darse el lujo de sacrificar más agentes secretos luego de que en Siria habían matado a su principal agente infiltrado -Eli Cohen- hace apenas un año. Decidió jugársela el todo por el todo y enviaron a un agente israelí para hacer el contacto -establecido previamente- con el tal Joseph en Irak.

Resultó ser que Joseph era un venerable anciano. Provenía de una familia iraquí judía pobre. De niño había trabajado como sirviente para una familia adinerada de Bagdad. Después de treinta años de arduo trabajo había sido despedido repentinamente, acusado injustamente de robar comida. Con sesenta años, se encontró en la calle y desempleado, subsistiendo con una modesta pensión. En fin, estaba resentido con su propio país y no soportaban el régimen militar dictatorial. Él y su familia querían abandonar Irak.

La propuesta era la siguiente: él tenía un sobrino que era piloto de la Fuerza Aérea Iraquí, que estaba dispuesto a entregarles el avión, pero con la condición de que los saquen de Irak como refugiados hacia Israel. Comentó que en varias ocasiones su sobrino -llamado Munir Redfa- le había dicho que su comandante se jactaba de que Israel pagaría una fortuna por un Mig como el que él piloteaba: "Tal vez hasta un millón de dólares, tío Joseph."
Así que Joseph le hizo formalmente la propuesta al espía israelí. Ellos les darían el avión si el Mossad los sacaba de Irak, así de simple.

El Mossad aceptó la propuesta y ofreció sacar a toda la familia de Irak, pero el primer problema que debían solucionar era el del espacio aéreo turco, ya que la nave debía sobrevolar Turquía para llegar a Israel. Convencieron a la CIA de persuadir a los turcos para que colaboraran, diciéndoles que el avión MiG iría hacia los Estados Unidos. Igual, en ese tiempo los americanos tenían bases en Turquía por lo que se facilitó la gestión.

Joseph le pidió al Mossad $ 500.000 de adelanto y con ese dinero empezó a movilizar a los miembros de su familia que quería sacar de Irak, que en total eran 43 personas.
La noche anterior al robo del avión, Joseph los llevó a todos en una caravana de vehículos hacia el norte, a un descampado en las montañas. Los puestos de control iraquíes no los molestaron porque todos los veranos muchos residentes se mudaban huyendo del calor de Bagdad. En el monte los esperaban un equipo de comandos que guiaron a la familia por las montañas hacia unos helicópteros de la Fuerza Aérea Turca. Volando por debajo de los radares, cruzaron de regreso a Turquía.


Un agente israelí hizo una llamada al piloto Munir diciéndole que “su hermana había dado a luz a una niña sin inconvenientes”. Era él mensaje en clave que le informaba que su familia estaba a salvo y podía proceder con su parte el trato.

Y por fin, llegó el día esperado. La mañana del 15 de agosto de 1966, Munir despegó normalmente como para un ejercicio de rutina. Una vez alejado de la pista, puso al MiG a máxima velocidad y cruzó la frontera con Turquía antes de que los demás pilotos recibieran la orden de dispararle.


Escoltado por aviones F-4 Phantom de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, Munir aterrizó en una base aérea turca, se reabasteció de combustible y despegó nuevamente. Por los auriculares escuchó el mensaje, esta vez sin cifrar: “Toda su familia está a salvo y en camino para encontrarse con usted”. Una hora después, el MiG aterrizó en una base aérea militar en el norte de Israel.

En un increíble operativo, el servicio secreto israelí había robado una nave al Ejército de Irak en su propio territorio. Los periódicos de todo el mundo se hicieron eco de la hazaña, más que nada por el sensacionalismo que suponía el que un soldado iraquí haya desertado llevándose uno de los aviones de guerra más modernos del mundo. Otros beneficiados fueron obviamente los norteamericano y británicos, ya que como aliados de Israel podían revisar de primera mano la última tecnología militar soviética.

Los rusos estaban furiosos porque el funcionamiento de sus aviones estrella ya no serían un secreto para nadie, incluso llegaron a amenazar fuertemente a Israel y exigieron la nave de regreso. Los israelíes por supuesto, no devolvieron el avión, sino que después de estudiar toda su tecnología, lo enviaron para Estados Unidos con el fin de aplacar la ira de los rusos.
Los beneficios de esta operación encubierta fueron inmediatos para Israel, porque un año más tarde, la fuerza aérea israelita derribó seis aviones MiG sirios antes de la Guerra de los Seis Días. Obviamente lo pudieron hacer porque ya los conocían a la perfección.

En cuanto al piloto Munir Redfa, desde el momento en que llegó a Israel fue sometido a un cambio de identidad y se le otorgó un nuevo trabajo y una nueva vida, luego se mudó a vivir a los Estados Unidos. Extrañamente su tío Joseph, el iraquí, no llegó a Israel; él prefirió seguir siendo judío pero en su natal Irak. Debió haberse sentido satisfecho con sacar a su familia lejos del régimen, ya que tiempo después ascendería Saddam Hussein al poder.

Tras la deserción del capitán Munir Redfa, otros dos pilotos iraquíes desertaron hacia Jordania con sus MiG-21 a chorro. Jordania les concedió asilo político, pero devolvió los aviones a Irak. Desde aquel acontecimiento, el Mossad se ganó la fama que ostenta. De todas las agencias de espionaje y servicios secretos, sigue siendo el más temido, respetado, odiado y admirado del mundo.

Para mis lectores y a quienes les interese el tema del espionaje real, aquí les dejo un interesante libro: "El Mossad, la historia secreta".

Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6

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