lunes, noviembre 28, 2011

Cuando el tamaño del clítoris era sinónimo de lesbianismo

"Las lesbianas son mujeres que han nacido con un gran clítoris. Algunos de ellos hasta llegan a medir más de dos pulgadas."

Esta fue una de las creencias más absurdas acerca del lesbianismo que llegó a instalarse en el imaginario colectivo hace más de cuatro siglos, y lo peor de todo, es que era aceptada en círculos de eruditos y científicos. Muchos de los grandes médicos del renacimiento, los primeros antropólogos del siglo XIX e increíblemente algunos estudiosos de disciplinas tardías del siglo XX apoyaban esa teoría.

Los primeros exploradores europeos que llegaron al África, afirmaron que descubrieron mujeres nativas dotadas de clítoris sumamente grandes, que eran usados como un penes en sus orgías femeninas. África era aún un continente salvaje, en estado puro, y a los nuevos visitantes les era extraño ver tribus que tenían rituales ancestrales sexualmente diversos.


Haciéndose eco de esas opiniones, el Dr. Nicolás Venette escribió en 1687 su famosa "Tableau de L'Amour conjugale", un manual de amor popular que fue reproducido en doce ediciones. En él escribió: "Sappho, la lesbiana, no hubiese ganado su notoria reputación si hubiera tenido un clítoris más pequeño." Es más, la ignorancia de la época, o supongo que su gran imaginación lo llevaban al punto de sostener una gran mentira: "Que una mujer podía llegar a autofecundarse si se le perforaba el clítoris". Afortunadamente nunca intentó demostrarlo.

Tableau de L'Amour conjugale

La idea de una mujer con un gran clítoris era algo que extrañamente fascinaba a la comunidad científica de aquel entonces, recordemos que el destacado anatomista Georges Cuvier se quedó con el esqueleto y los genitales de la famosa africana Sara Baartman cuando esta murió. Finalmente sería otro médico francés el que decidió realizar un estudio directo, in situ para corroborar la teoría lesbianismo = clítoris grande. Había mucha evidencia anecdótica de que las prostitutas francesas del siglo XIX no tenían preferencias y gozaban plenamente de su sexualidad con hombres o mujeres. Con esos antecedentes en 1834 el médico higienista Alexandre du Châtelet, realizó una muy detallada revisión de clítoris a 3250 prostitutas parisinas y trató de probar aquella absurda teoría.


Desafortunadamente para él, sólo se encontraron tres prostitutas que tenían un clítoris de más de una pulgada de longitud. Ninguna de las tres era lesbiana, ni siquiera una de ellas que tenía senos diminutos y un clítoris de tres pulgadas. Du Châtelet quedó desilusionado pero escribió:
"Pude conocer un buen número de niñas a las que les agrada y practican este abominable vicio [el lesbianismo] , pero me llamó la atención que, contrario a lo que se piensa, destacaban por su delicadeza, por la suavidad de su voz y por otras cualidades muy femeninas."


La historia de las relaciones lésbicas ha sido empañada por el secretismo y la desinformación. Muchos países europeos y las primeras colonias americanas tenían leyes muy severas en cuanto a las "relaciones contra natura" entre mujeres, y claro, todo esto era apoyado por la iglesia. Sin embargo y a pesar de la severidad de las leyes, se conocen muy pocos los casos en los que hayan sido aplicadas.

Hay una excepción notable, un caso extraordinario que sucedió en Prusia en 1721. El de una mujer que durante casi toda su vida se hizo pasar por hombre y que durante algun tiempo hasta sirvió como soldado, con el fin de poder tener relaciones sexuales con mujeres. Es curioso, aquí la historia nos muestra también que siempre han existido mujeres que enloquecen al ver un uniforme.

Ejército prusiano en el que ingresó Margaretha Linck con otra identidad

Catharina Margaretha Linck se alistó en un regimiento del ejército prusiano en calidad de carabinero a la edad de veinte años, pero utilizando el nombre falso de Anastasio Lagrantinus Rosenstengel. Se fabricó un pene de cuero que contaba con dos testículos de peluche hechos con vejiga de cerdo, y tuvo relaciones con varias prostitutas y hasta con las viudas de algunos de sus compañeros, pero únicamente lo hacían a oscuras por obvias razones, y nunca nadie se percató de nada raro. Para poder orinar de pie como todos los soldados, las crónicas relatan que se ideó una especie de cono forrado de piel; me imagino que su tecnología era parecida a la de un embudo.


Sus problemas legales comenzaron a la edad de 23 años cuando se casó con una hermosa y virginal muchacha de 18. Después de varios meses de intentos de coito doloroso, la novia finalmente descubrió el secreto de su marido y se regresó a la casa de su madre, quien luego de una airada discusión con su nuevo yerno, fue la que se encargó de acusarlo ante las autoridades.

El caso se degeneró judicial y moralmente cuando él/ella dijo ante las autoridades que en calidad de marido tenía el derecho de sacar a su esposa de la casa de su madre, y que además, ella siempre supo cual era su verdadero sexo. La pareja también admitió que él, como marido, puso algunas veces el pene de cuero en la boca de su mujer.
Los jueces obviamente estaban perplejos y no sabían cuál era la forma de impartir justicia en un caso sin antecedentes como este, así que empezaron a esbozar veredictos y a tejer teorías sobre si la sodomía oral era o no era un crimen capital, si se había cometido delito al no existir eyaculación, etc.

Luego de las reconstrucciones de los hechos y después de las pruebas pertinentes (y el morbo del populacho), los jueces señalaron que sí hubo sodomía, pero que fue cometida con un instrumento de cuero "sin vida", y que la acusada no estaba dotada como las mujeres africanas, de un clítoris enorme como para lograr una penetración. Asimismo se señaló que la Biblia no refiere expresamente la pena de muerte para las relaciones “no naturales” entre mujeres, como lo hace con los hombres.

A pesar de todo y después de tanta teoría jurídica, el marido, Catharina Margaretha Linck, fue condenado a ser decapitado, mientras que a su joven esposa le dieron tres años de prisión. El veredicto fue presentado al rey de Prusia Federico Guillermo I para su aprobación final, pero se hizo constar que algunos fiscales recomendaban conmutar la pena de muerte por algunos buenos azotes y encarcelamiento de por vida, tal vez otorgándole un oficio de hilandera o tejedora. La sentencia no fue conmutada y finalmente fue decapitada con espada en noviembre de 1721 en Halberstadt, Sajonia, y luego su cuerpo fue quemado en una hoguera.


Aquí pueden ver unas viñetas espectaculares que recrean la historia.
No sé si a ustedes, pero a mi esta historia se me hace muy parecida a la del gran saxofonista Billy Timpton que les conté hace ya algún tiempo.

Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

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3 comentarios:

lgg2 dijo...

Buenas,

En españa se dio un caso "notable". Fue el de Catalina de Erauso.

http://es.wikipedia.org/wiki/Catalina_de_Erauso

Un saludo.

Belén dijo...

La verdad es que la homosexualidad siempre ha estado muy mal vista, pero incluso en la moral, hay machismo, porque lo del lesbianismo... aún nos queda mucho por recorrer...

Besicos

GABU dijo...

Me dan escalofríos al leer tu relato histórico!!!!

P.D.:No dejan de sorprenderme las teorías y los fundamentalismos patéticos a las que se puede llegar con tal de no aceptar los gustos sexuales ajenos...

BESITOS IGUALITARIOS

 
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